Opinión
Bienvenido, Vox
Sí, me alegro de la entrada de Vox en la política española. Tras su relevante puesta en escena y por las consecuencias inmediatas, pienso incluso que era necesaria. Por varias razones. La primera, aunque el orden no es sustancial: ha despertado al español, a ese que la mayoría de nosotros llevamos dentro. En tan sólo unas horas, en millones de personas ha desaparecido el pudor y el miedo a expresar lo que piensan ante quien sea. El deportivo «yo soy español» hace furor sin necesidad de triunfos en fútbol, baloncesto o cualquier otra disciplina.
La segunda obliga al PP y al PSOE a ponerse las pilas, reflexionar sobre sus despistes y dejarse de milongas y flirteos con separatistas, cómplices de terroristas y demás raleas con pretensión de destruir España. No me refiero a Ciudadanos porque la formación de Albert Rivera
–diría que cada día es más de Inés Arrimadas– enmendó a tiempo algún error como aquél del apoyo a Pedro Sánchez– y no ha tenido más ocasiones.
La tercera, su emergencia, ha desvelado las vergüenzas y la verdadera calaña de Pablo Iglesias y de buena parte de la izquierda. La noche andaluza aclaró los objetivos del inquilino del chalé de Galapagar, que realiza asonada tras asonada contra el resultado de las urnas hasta parecer que, si estuviera en su mano, repetiría los acontecimientos de las elecciones de 1936 tan trágicos para nuestra Historia.
Finalmente, aunque más, Vox plantea objetivos que suscribimos la mayoría, como la derogación de la Ley de Memoria histórica o la recuperación de la educación por parte del Estado. Hoy por hoy no votaré a Vox, pero me alegro de que haya venido. Así es la vida.
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