Opinión
Los peligros de la Sareb
Me quedo perplejo al conocer de boca de mi amigo Rogelio detalles de los pingües y multimillonarios beneficios que algunos –particulares y empresas, poco edificantes desde luego– están obteniendo mediante operaciones realizadas con la Sareb. Más aún cuando leo que la Sociedad Activa de Gestión de Activos provenientes de la Reestructuración Bancaria, conocida como la Sareb, tiene como principal objetivo en el plazo de 15 años proceder a la desinversión de todos sus activos y, especialmente, «maximizar su rentabilidad», me quedo de piedra. Y para ello, dispone de ventajas legales que no se aplican a otras sociedades anónimas, como preferencia en el cobro de deuda subordinada frente a otros acreedores en las mismas condiciones. Por tanto, la pulcritud debe imperar en sus actuaciones y, además, trasladar esa impresión hacia fuera. Y como se dice en mi pueblo «para parecerlo, hay que serlo». Honrado me refiero.
Por muy difícil que sea, la Sareb y el Estado tienen instrumentos sobrados para ejercer la vigilancia y el control de todas las operaciones. Lo debe hacer antes y después. No solo en las previas a las adjudicaciones sino también identificando a sus destinatarios.
Si en verdad su objetivo se centra en lo que manifiesta su creación, «maximizar su rentabilidad», no parece que se esté llevando a cabo con la minuciosidad requerida. De tener razón mi amigo, sería aún más escandaloso y preocupante si todo este batiburrillo mercantil se ejecutara con complicidades desde dentro. Y como proclamaban los clásicos «lo que las leyes no prohíben, puede prohibirlo la honestidad», por más que estos tiempos hayan demostrado lo lejos que están de ello algunos de nuestros dirigentes. Así es la vida.
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