Opinión
Reglas de oro para ganar los debates televisivos
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Estos últimos días, tal y como estaba previsto, han estado marcados por la polémica acerca de los debates en televisión. En todas las campañas ocurre lo mismo. ‘Dimes y diretes’ entre unos y otros acerca de si el presidente del Gobierno de turno quiere o no acudir -a quien manda nunca le conviene porque tiene mucho que perder y poco que ganar- y bronca también por la eterna cuestión entre quiénes deben estar representados y quiénes se quedan fuera. Este último aspecto es recurrente en España desde que en 2015 saltara por los aires el modelo bipartidista instaurado en la Transición. Una ruptura que ha sido, ya se ve, muy mal digerida por algunos.
Hasta aquí, todo previsible. Lo que nadie podía imaginar, yo al menos, era el inmenso bochorno que hemos sentido -después de días de negociaciones, de acusaciones cruzadas y de dudas acerca de cómo iban a ser finalmente estos ‘duelos’ televisivos- como consecuencia de la actitud del presidente del Gobierno, que ha llevado el tacticismo y la utilización partidista de este formato y de la televisión pública hasta extremos poco digeribles. Una vergüenza ampliable a la actitud de la Administradora Única de RTVE, Rosa María Mateo. Una profesional respetada durante décadas pero que, con su actitud servil, ha humillado a los seis mil setecientos trabajadores de la Corporación, al plegarse a unas exigencias gubernamentales que mutaban cada 24 horas. Primero ‘no voy...’, después ‘voy, pero a la privada’... más tarde -escudándose en que por obra y gracia de la JEC ya eran cuatro y no cinco- ‘voy, pero ahora ya a la pública’, a reglón seguido ‘voy a RTVE pero el cambio el día’ para que, finalmente, ante la posibilidad real para Sánchez de haberse quedado solo, el presidente tuviera que plegarse a la evidencia de los hechos consumados y ‘tragar’ con la peor solución de cuantas podían convenir a su táctica: dos debates y además ‘a cuatro’, el primero en la radiotelevisión pública y el segundo en la privada. Un espectáculo sonrojante, tanto desde el punto de vista democrático como desde todos los demás.
Ya sabíamos que al ‘comandante en jefe’ es a quien menos conviene exponerse de entre todos los candidatos. Esto es así desde que tales formatos fueron inventados hace ya casi seis décadas en los EEUU.
Ya intuíamos que, a Sánchez, lo que más le apetecía era presentarse frente al ‘bloque de las derechas’; él, y nadie más que él, como el muro de contención ante la imagen de los tres líderes del ‘trifachito’. Todos lo sabían, no solo los expertos sino hasta los ciudadanos más desinteresados en las cuestiones políticas.
Pero es obligación de un líder dar la cara. Para eso, también, le han votado los ciudadanos. Y es su deber no forzar las reglas en su beneficio ni instrumentalizar los medios públicos de comunicación. Veremos si esto no le acaba pasando factura el día 28, tras una campaña electoral que no le estaba yendo nada mal, las cosas como son.
Hecha esta larga introducción, pretendo centrar la presente pieza en algunos aspectos técnicos acerca de cómo se debe afrontar un duelo dialéctico de estas características, un debate televisivo, no solo evitando ‘morir políticamente’ en el intento sino resultando triunfador.
¿Cuáles son las estrategias que un experto en liderazgo y comunicación política debe recomendar a su cliente? Vayamos poco a poco;
En verdad, es mucho más fácil perder un debate que ganarlo. Paralelamente, es complicado que en muchos de ellos resulte un ganador claro y reconocido por todos. Sin embargo, casi sesenta años de historia del debate en todo el mundo, nos han dejado un largo rosario de lecciones, tanto positivas como negativas.
¡Hay que acudir...siempre! ¡ES UN DERECHO DE LOS CIUDADANOS!
Muchos candidatos los aborrecen. Rajoy fue un ejemplo. Es comprensible. Son arriesgados. Cuando la luz roja se enciende, ya son incontrolables. La amplia cobertura mediática además se encarga de que los candidatos sean observados y ensalzados o criticados por la ciudadanía al completo.
Pero además de riesgos, los debates pueden procurar grandes oportunidades, no siendo la menor de ellas la de que los candidatos se retraten ante los votantes de una manera positiva frente a sus adversarios para mostrar, no sólo sus ideas, sino también su calidad humana. En realidad, la gran clave para triunfar en un debate es NO COMETER ERRORES.
La no-presencia no suele ser recomendable. Solo recuerdo un caso. Fue en 2008 y se trató del presidente paraguayo Fernando Lugo, que canceló una hora antes su asistencia al debate programado. A pesar de ello, ganó las elecciones.
Esta máxima es de ‘primero de columpios’ en comunicación política. Hasta Rajoy lo sabía. Por eso iba, aunque lo hiciera a regañadientes. Todos los españoles recordamos aquella confesión pública del expresidente popular en 2016 cuando, con aquel tono ‘cachazudo’ que le caracterizaba, reconocía que eran ‘engorrosos porque había que prepararlos mucho’... y tampoco había gran cosa que ganar, desde el punto de vista de quien ostenta el cetro de mando.
Entrenar, entrenar... y entrenar
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La preparación, sí, la preparación. Se trata de un requisito clave para los candidatos que debaten, tanto a nivel formal como de contenido. Ensayos exhaustivos, como los actores antes de la apertura de una obra de teatro y en los que se reproducen las condiciones reales del duelo: cámaras, luces, atriles, opositores que se burlan, moderadores, vestuario, maquillaje... y también memorización y entrenamiento para la repentización de decenas de fichas con los argumentos adecuados a cada uno de los aspectos que tienen que ver con los bloques pactados: propuestas sobre fiscalidad, empleo, política exterior o, en el presente caso español, posición fijada respecto al escabroso asunto de la integridad territorial del Estado.
Entonación vocal, lenguaje corporal o gestos faciales y corporales pueden ser nucleares.
La preparación no obra milagros, pero da a los candidatos una idea de lo que vivirán cuando encuentren frente a sus oponentes, ya ‘a tumba abierta’, en el plató. Quienes no se preparan, se colocan en una gran posición de desventaja. Felipe González perdió su primer debate ante José María Aznar, que moderó Manuel Campo Vidal en Antena 3 TV en 1993, porque relativizó a su oponente tanto que -lo confesó su jefe de campaña, José María Maravall- no había preparado nada en absoluto. Aznar le arrolló, en opinión de uno de cada dos espectadores, de entre los 10 millones que registró aquel hito histórico. Apenas un 21 por ciento afirmaron que el vencedor había sido el entonces presidente socialista. Años después, el propio Campo reveló que, volviendo de un mitin en Canarias la víspera de la cita televisiva, González había estado a punto de sufrir un accidente aéreo por una descompresión en el aparato. Algo que le habría hecho llegar descompuesto al combate dialéctico. Una semana después, ya en Tele 5 y moderado por el tristemente desaparecido Luis Mariñas, el entonces presidente ‘machacó’ al joven aspirante popular.
Apertura y cierre
Todos los momentos del debate son importantes, pero dos son clave: el de la apertura y el del cierre con el minuto de oro.
Aprovechar las oportunidades.
Los candidatos tienen que estar siempre muy concentrados para no perder las oportunidades que los adversarios o los moderadores sirvan en bandeja.
Actitud hacia el oponente.
Los candidatos deben alcanzar el equilibrio entre la determinación, la fuerza, la pasión y la educación, la cortesía. Importante no llegar nunca al insulto. En estas elecciones tendremos dos debates y dos formatos distintos: uno, el de TVE más tradicional y encorsetado, el otro en Atresmedia mucho más creativo y con más posibilidades para los candidatos de enfrentamientos dialécticos. El objetivo debe ser siempre mantener un tono respetuoso al tiempo que se destacan las diferencias con el -o con los- contrarios o contrarias. Es un equilibrio posible. Huelga decir que los ataques personales están contraindicadísimos porque al público no le gustan... y tiende a ponerse de parte del atacado. ¡Se critican ideas, no personas!
En España, en 1993, Felipe González -que despreciaba sideralmente a José María Aznar- prefería una y otra vez abordar al moderador y no a su oponente. Son ‘tics’, normalmente involuntarios, pero que revelan información acerca de los políticos que los ellos jamás hubieran querido mostrar.
Actitud hacia los moderadores y hacia el púbico
El político debe escuchar con respeto cualquier cuestión y no buscar el enfrentamiento con sus interlocutores, ya sea verbal o no verbalmente. Un ejemplo positivo de esto lo tuvimos recientemente, cuando en ‘El Objetivo’ de La Sexta, tras la entrevista de Ana Pastor, un miembro del público, obviamente independentista, se dirigió a Albert Rivera con una evidente mala educación y chulería, ironizando con su nombre de pila al principio de su pregunta, dudando de su carácter democrático después, y rematando con un insultante: ‘Señor Rivera, hágaselo mirar’. El líder de Ciudadanos respondió con firmeza y contundencia, pero sin perder la cara, la serenidad ni la sonrisa.
Ser competitivo, pero nunca olvidarse de los ciudadanos
Para triunfar en un debate la actitud ganadora y la capacidad de proyectar éxito es fundamental... pero la competitividad NUNCA tiene que cegar al candidato. ¡Triunfará solo si convence a la gente en su casa, si traspasa las cámaras y es capaz de convencer a sus electores y a los indecisos!
Sentido del humor
Los políticos no son cómicos profesionales, aunque a veces se lo crean. Sin embargo, el sentido del humor y la ironía puede ser muy útil.
Presentar ‘actings’
Preparar a conciencia algunos momentos de ‘actuación’ bien ensayada puede ser muy útil, pero solo cuando estos estén bien entrenados y tengan como objetivo el de convertirse en impactantes golpes de efecto en momentos fundamentales.
Comprender el lenguaje televisivo y sus reglas
La televisión tiene sus propias servidumbres técnicas. Todos los participantes en un debate deben estar preparados para que las cámaras puedan sorprenderles en cualquier momento. Nunca debe olvidarse que las cámaras captan todos los gestos, incluso los indeseados. No hay que distraerse nunca y hay que pensar que estamos bajo alguna de las cámaras en todo momento. Cuidado con los ‘contraplanos’: esos momentos en que se le ve al político escuchando sin hablar. La televisión exagera la conducta, por lo que los candidatos deben tener cuidado de no ser en exceso histriónicos.
La televisión quiere espectáculo. Los candidatos deben funcionar primero como actores y después como políticos. Un buen ejemplo ha sido el debate de los últimos días para las presidenciales ucranianas: un político profesional frente a un actor, etiquetado como una marioneta de Putin pero que parte con todas las de ganar. Enmedio de un estadio abarrotado de personas, sin reglas ni corsés cronométricos, la pieza ha sido digna de verse, por su viveza y pasión.
Entre las reglas propias del medio está también la del directo. Los debates son en vivo y deberían realizarse sin guión y sin previsión alguna de lo que sucederá. Esto en España es impensable.
Sin llegar a extremos como el del formato llamado YouTube, en el que los votantes envían sus preguntas en forma de vídeos grabados y que se puso en práctica desde 2008 en algunas zonas de los EEUU o en Nueva Zelanda, está claro que las rigideces deben quedar enterradas en el pasado.
Fue patético, sin entrar a valorar por supuesto la profesionalidad del respetadísimo periodista, contemplar como Xavier Fortes en el primer ‘Debate a Seis’ en TVE se veía obligado a cortar intervenciones jugosas de los candidatos y candidatas porque habían consumido ‘su minuto’. O ofertar ‘7 segundos’ perdidos a otros que los rechazaban frente a quien si quería recogerlos. Absurdo y surrealista. Ya en 2008, Luis Mariñas, uno de los mejores comunicadores de la televisión en España junto a Pedro Piqueras o Manuel Campo Vidal, advertía que el tradicional formato que se seguía en nuestro país estaba ya obsoleto. 11 años después... ¡las cosas siguen igual! Todo se sortea, hasta las llegadas de los intervinientes, y todo se tasa.
Forma física e imagen impecable
Hay que llegar a los debates en la mejor forma física posible. Es como un deportista que tendrá que llegar al momento de la carrera en sus mejores condiciones. A menuda se llega cansados, presionados, con ansiedad.......¡así se pierde!
No aburrir y condensar los mensajes buscando titulares
Los debates se ganan en muy pocos momentos que todo el mundo es capaz de forma inmediata de recordar. El post debate se hace eco, solo, de los titulares.
Los debates son una oportunidad que hay que aprovechar y disfrutar
Los participantes en un debate televisivo deben evidenciar que se sienten relajados y con el control de la situación. Los asesores de Reagan decían de él que ‘se lo pasaba bien’. Para otros, en cambio, es un potro de tortura. Hemos hablado de Rajoy, pero Aznar no le iba a la zaga. En cambio, Casado, Rivera o el propio Iglesias se sienten más sueltos. Es otra generación, otra preparación y sobre todo, otra mentalidad. Es evidente que encaran esta prueba como una oportunidad... y no como una pesada obligación o aún peor, como una penitencia.
¡Suerte a todos!
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