Opinión
“Cartoons”
Yo les juro que lo intento. Les juro que trato de ser como el resto de columnistas que tienen aquí su espacio. Trato de ponerme muy seria y con el dedito enhiesto pero acabo en chafarrinón. La otra noche, viendo el debate de Atresmedia, yo intenté por todos los medios concentrarme, sacar conclusiones, vislumbrar cómo estaban las fuerzas políticas, qué candidato está más fuerte de discurso, de ideas, de dialéctica y de retórica, pero acabé en «cómo es posible que a Pedro Sánchez se le marque la femoral con esos pantalones apretaos que me lleva». Me compré kilo y medio de pipas y una litrona, me senté en el sofá con todas mis carnes y puse el debate, eso que empezó tanto tiempo antes que, cuando comenzó de verdad, yo estaba agotadita.
Yo miraba a Pedro Sánchez, con esas mallas de bailarín y era incapaz de pensar en lo que estaba diciendo. Y venga de papeles, y venga de trajín con los papeles y los ojos como dos farolas. Yo veía a Pablo Casado y me acordaba de la marquesina del autobús que hay debajo de mi casa con su foto, y la mala leche de la foto que le salen dos «paluegos». Uno entre los paletos y otro entre dos muelas de arriba. De pronto aparecía Rivera, con esa cosa que le dio a Rivera tan nerviosa, y me acordé de aquel día que le di la mano y se la noté sepia, blanda y mojadita. Con ese rictus de estar, hormonalmente, como una batidora, sacando libros, tarjetas, la copistería familiar entera. Pero es que cuando en mi tele se me apareció Pablo Iglesias, me dieron ganas de pillar un taxi y llevarle cremita pa esas puntas. Que el lunes iba de conductor del Alsa, y al día siguiente, de alumno de los Maristas. Una pena que no invitaran al Mádelman, porque ya iba a ser de traca. Ea, pues con estos bueyes, hay que arar.
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