Opinión

El santuario

Escribo esta tribuna en días y horas que recuerdan la epopeya de un grupo de guardias civiles y de sus familias en el Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza, allá por tierras del hoy Parque Nacional de Andújar en Sierra Morena. El Santuario forma parte de la vida de aquellas gentes, desde que un pastor en 1227 –Juan Alonso de Rivas– recibiese el encargo de construir un oratorio dedicado a la Virgen María en aquella singular cima. Cada último domingo de abril –este año el pasado 28–, la devoción a su Virgen «Morenita» concentra a miles de devotos en la que constituye la romería más antigua de España. Hay constancia de que ya se celebraba en tiempos de los Reyes Católicos. Cervantes la cita en sus Trabajos de Persiles y Segismunda. La referencia al centenar largo de carretas procedentes de Andújar o el medio centenar de las llegadas de Marmolejo por Centeno y la Cabrera para unirse en el puente de Lugar Nuevo antes de afrontar la subida al Santuario con mas de trescientas curvas en su recorrido, da fe de un sentimiento que brota desde hace siglos.

Todos estos nombres, estas fechas y estas conmemoraciones nos llevan otra vez a unos hechos en los que el heroísmo y el sacrificio alcanzaron límites inconcebibles. Y para quienes aún viven de la confrontación, adelantaré que la caída del Santuario un 1 de Mayo de 1936 significó una victoria militar para la Segunda República y que la conducta de sus responsables fue de respeto a unos sitiados y sus familias que habían resistido durante ocho meses un duro asedio. Es decir que, como ejemplo a tener en cuenta, vencedores y vencidos escribieron una bella página de nuestra Historia en la que se conjuntaron el heroísmo, y la defensa de valores, aunque no fuesen coincidentes entre las partes.

¿Las razones de este sangriento cerco? A la victoria del Frente Popular nacido de las elecciones de 1936 (1) sucedieron una serie de acontecimientos violentos –Alcaudete, Mancha la Real, Huesa, Arjonilla– que sacudieron la provincia de Jaén. Los Trinitarios del Santuario fueron expulsados y algunos lo pagaron con sus vidas. La imagen de la Virgen desapareció (2). Los miembros de la Federación de Trabajadores del Campo (FTT) y las radicalizadas Juventudes Socialistas Unificadas exigían a las autoridades de la República la entrega de armas, especialmente tras el 18 de Julio.

Jaén no tenía guarnición militar, es decir, que las únicas armas requisables eran las de los puestos de la Benemérita. La experiencia de los momentos revolucionarios vividos en 1932 y en 1934 hacía que los guardias civiles y sus familias diseminados en pequeños puestos se sintiesen inseguros. Las primeras medidas tomadas por el gobernador civil y el jefe de la Comandancia fue concentrarlas en las cabeceras a efectos de darles seguridad. Posteriormente, ante la presión de los radicales, decidieron «alejarlas de los núcleos urbanos». Siempre en el intermedio, la cesión de parte de su armamento a lo que se oponían los miembros del Cuerpo. Así es como se decide, con aprobación del Ministro de la Guerra Hernández Sarabia, mandar al Santuario en seis camiones y dos trenes a unas 1.200 personas. El 18 de agosto se distribuían entre el propio Santuario y una finca cercana llamada Lugar Nuevo. Habían acumulado judías, garbanzos, lentejas, embutidos, leche condensada, alpargatas, tabaco y harina y tenían cercanas cabezas de ganado. Para ocho meses pronto se vio, eran insuficientes. El hambre formará parte importante del sacrificio de aquellas gentes.

La inicial situación ambigua que buscaba evitar enfrentamientos, se tornará pronto en ruptura de hostilidades, tras el paso de parte de los evacuados a las tropas de Queipo de Llano, al tiempo en que fuerzas del general Miaja se dirigían a través de Jaén para recuperar Córdoba. En resumen, un 14 de septiembre de 1936, 853 personas en el Santuario y 314 en Lugar Nuevo quedarán sitiadas por tierra, contando solo con el apoyo aéreo que materializó con limitaciones, un heroico capitán Haya. Empieza su calvario que no terminará hasta el 1 de mayo. Alma de la resistencia el capitán de la Guardia Civil Santiago Cortés que moriría un día después –tras un intento médico por salvarle la vida– a consecuencia de sus heridas, pero sobre todo a consecuencia de su extrema debilidad.

Más simbólica que estratégica la conquista del Santuario tuvo un enorme eco. Ya nuestra guerra reclamaba mediaciones de la Cruz Roja y testimonios de la prensa internacional.

La lectura hoy de aquellos hechos aun estremece. Mas que nunca creo necesario dar importancia al valor y al sacrificio; más que nunca revalorizar el hecho de que vencedores y vencidos éramos –somos– hermanos.

(1) «Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular». Álvarez Tardío y Roberto Villa. Espasa. 2017.

(2) La imagen fue tallada nuevamente en 1944 y coronada en desagravio en 1960.