Opinión

Estrategias de futuro

Reflexionaba en anterior tribuna sobre la presencia y repliegue temporal de nuestra fragata «Méndez Núñez» escoltando al portaaviones «Abraham Lincoln», en una misión por los siete mares que debía servir además de recuerdo y homenaje al periplo de Magallanes y Elcano realizado hace cinco siglos.

No obstante, lo que en principio parecía tener un carácter táctico, conjugando operatividad e historia, ha tenido un primer paréntesis de carácter disuasorio, e intuyo que a la larga conllevará una vertiente claramente estratégica. Y me parece que la decisión de los Estados Mayores de la Defensa y de la Armada españoles de propiciar esta colaboración bilateral con la Marina de los EE.UU, en tiempos en que solo se piensa en lo inmediato, es acertada. Porque el objetivo no se definió solo para actuar como disuasorio en las costas de Irán, sino también para reclamar el uso libre de los mares, de acuerdo con la doctrina de la escuela española de Francisco de Vitoria (1483-1546) cuyo tránsito por el Mar de la China quiere regular y restringir el gobierno de Pekín. «El orden natural –señalaba Vitoria– se basa en la libertad de circulación de personas, bienes e ideas».

Es curioso que nuestra presencia en la zona Asia-Pacífico, de la que salimos en 1898, venga de la mano de quienes ayudaron a expulsarnos de ella. La Historia y el tiempo guardan estas sorpresas. ¡Son tantas las referencias sobre nuestra presencia en la zona –Filipinas, Marianas, Carolinas, Palaos– incluyendo la ruta del tornaviaje de Andrés de Urdaneta que a partir de 1560 no solo representó un impresionante avance técnico, sino que permitió la conexión con la Nueva España que era como decir con el resto de Occidente!. Y Manila se convirtió en centro de poder. De allí saldría en 1596 el capitán Juan Suárez Gallinato con 120 soldados españoles, japoneses cristianos e indios filipinos que remontó el delta del Mekong y fue feudatario del reino de Camboya. Se refiere a la expedición el general Sánchez de Toca: «El Capitán pidió una compañía de Infantería para conquistar China; y no se la dieron simplemente porque no la había; de habérsela asignado, a saber cual sería hoy el mayor pueblo de habla hispana». A nuestra Capitanía General de Filipinas acudió la Francia de Napoleón III solicitando un esencial apoyo para la conquista de la Cochinchina de entonces (1858-1863), la actual península Indochina. Contingentes españoles fueron fundamentales para que Francia, abierto el Canal de Suez, estuviese también presente en la zona en la que ya Portugal
–Macao– e Inglaterra –Hong Kong y Singapur– estaban asentadas.

Pero hoy hablamos de la zona como próximo centro de gravedad geopolítico y económico del mundo, del que no podemos estar ausentes. Se une por tanto a nuestra presencia la cooperación bilateral con la Marina USA en zona de su máxima preocupación y prioridad. Por supuesto, sin descartar apuntalar nuestra industria de defensa vía los programas ejecutados con Australia, cuya Marina navega con barcos nuestros en zonas de influencia como Singapur, Japón o Corea del Sur o en los proyectos norteamericanos de las FFGH, valiéndonos del prestigio adquirido ante ellos por la calidad y eficiencia de nuestra industria naval en el mantenimiento de sus destructores basados en Rota.

Tengo claro que no están los tiempos para amurallar Manila, reconquistar el delta del Mekong o sitiar la ciudad imperial de Hué. Pero sí para potenciar nuestra presencia diplomática, cultural y comercial en el área. No sé si Manila, que tantas raíces nuestras conserva, podría ser el centro, teniendo en cuenta la actitud populista de sus actuales dirigentes. No importa el lugar. Importa la voluntad firme de estar presentes. Me viene a la cabeza el ímpetu de aquella Compañía General de Tabacos de Filipinas creada por un denostado hoy Antonio López, que no solo comercializaba tabacos sino también transportes navales, explotaciones forestales, azúcar y alcohol, el tratamiento de la copra para jabones o el abacá y el magüey como fibras mas resistentes que el cáñamo, llegando a gestionar la red eléctrica y los tranvías de Manila, con mercados abiertos en toda Europa, Asia y Oceanía. Seguía el modelo de aquellas influyentes «compañías de las Indias» del imperio británico.

Y si como decía el P.Vitoria «visitar no solo potencia el comercio, sino las relaciones humanas», quien se conoce se respeta y quien se respeta normalmente no desenfunda el arma. Yo propondría que anualmente medio centenar de jóvenes becados se instalasen en la zona a fin de ir asimilando con respeto aquellas culturas. Convivencia y respeto, como futuro en paz. De cómo el largo viaje de una fragata, –la «Méndez Núñez»– nos lleva a hablar de paz. Sigue viva aquella máxima romana: «Si quieres la paz, prepara la guerra».