Opinión

Generosidad rima con autoestima

La generosidad podría ser una costumbre que solo practiquen aquellos a quienes les sobra «algo». No siempre es así. Los hay quienes, como Amancio Ortega, donan parte de su dinero no porque les sobre, sino porque se ponen en el lugar de aquellos menos favorecidos. Por el contrario, los hay adoradores del «Tío Gilito», que cuentan su dinero y se aferran al mismo como si se lo pudiesen llevar al otro mundo. La empatía, ponerse en el lugar del otro, es lo que nos lleva a compartir lo mucho o poco que poseemos con otros menos agraciados. El grado y estilo de generosidad habla también del estado emocional de quien lo practica. Los egoístas, los aquejados del mal de hipoautoestima, los que arrastran un complejo de inferioridad o los que están inmersos en crisis vitales, se aferran a lo que poseen cual náufragos vitales. Ahora bien, no confundir a los generosos con los manipuladores o «rescatadores vitales», esto es, aquellos que dan con la intención de recibir u obtener algo a cambio –dan con «factura escondida»–. La persona que da porque le sale del alma no pide nada a cambio, ni echa en cara, a quien le dio, por el uso de eso que, libremente, le donó. Por el contrario, quien da con «factura oculta» tarde o temprano nos obsequiará con un «con lo que yo he hecho por ti...» o similar. Dar, mirando a quien se da, es muestra de madurez emocional. Además de dinero, debemos donar tiempo, amor, cuidados... a nuestros semejantes. El dinero va y viene. Sin embargo, el amor permanece inalterable. Generosidad no rima con abundancia ni con limosna, sino con autoestima.