Opinión
Recordando al héroe
Dependiendo del momento histórico y de un cúmulo de circunstancias de carácter sociológico, cada sociedad distingue y selecciona a sus héroes según el momento. Contribuye a ello indiscutiblemente, la dejación o priorización de determinados valores.
Soy consciente de que hoy se prima más las ambición política, el caiga quien caiga del poder, el dinero, la mentira, incluso la voz en un concierto de masas o la capacidad de golear. ¡Pregúntenle a muchos jóvenes quienes son sus héroes!
Pero, en mi opinión, siguen vivos quienes sustentan el heroísmo apoyado en los valores del compañerismo, el sacrificio, el esfuerzo o la honestidad.
Hoy, a las puertas de celebrar el Día de las Fuerzas Armadas debo hablar de un héroe de esta última condición.
Acaba de fallecer el Comandante Angel Canales López. Siendo Cabo Primero de la II Bandera Paracaidista destacada en Ifni allá por 1957, viviría el duro accidente de un Junker 52 que al estrellarse recién despegado, segó 13 vidas de jóvenes soldados entre ellas la del jefe de la patrulla, teniente Cañadas. Cinco supervivientes fueron salvados por un Canales que se desprendió de sus ropas en llamas para ayudar a sus compañeros, aun exhausto. Solo sentiría: «traté de ayudar, pero menos de lo que hubiera querido; estas cosas no son heroicidades». Hacía suya aquella frase de Shakespeare «la discreción, la mejor parte del valor». Estuvo hospitalizado 103 días y durante dos semanas se temió por su vista. De su estancia hospitalaria recordaba: «no conocí a mi madre, que murió cuando yo cumplí tres años; en Ifni conocí a mi segunda madre una monjita que se tiró (sic) un mes a mi lado cuidándome».
Dos años después recibiría la Medalla Militar individual, una de los máximos reconocimientos al valor. En 2003 el Rey Juan Carlos en El Escorial le concedía su ingreso en la Real Orden de San Fernando.
Para un joven oficial que se incorporaba, recién salido de la Academia a finales de 1963 a una Bandera Paracaidista, Canales ya era leyenda. Al lema de las unidades paracaidistas «triunfar o morir», nuestro hombre añadiría un pensamiento propio: «la vida se defiende luchando». Y corroboraría su ideario reclamando «valores que hoy se están perdiendo como el respeto, el sentido de la responsabilidad, el sentido del deber, el compañerismo, la entrega, el sacrificio, el saber superar momentos difíciles». Hubo por tanto un Canales que superando aquel 8 de mayo de 1957, consciente del valor de su ejemplo ante las nuevas generaciones, llegó hasta nuestros días. Forma parte de una generación sufrida que vivió momentos difíciles tanto en Ifni como en el Sahara y que la sociedad olvidó en su momento y ha mantenido en latente silencio posteriormente.
Para este homenaje he vuelto a releer –otra vez con emoción– algunas crónicas de aquellos hechos: el Diario de Operaciones del Comandante Luis Quintas, «La Guerra Ignorada» de Ramiro Santamaría o el completo estudio del General Fernández Aceytuno. No puedo obviar los testimonios de dos protagonistas «de base»: un CLP (Caballero Legionario Paracaidista) Alfredo Prieto que relata aquellos tres años (1956-1959), como testigo directo de acciones heroicas de unas naciente fuerzas paracaidistas, sin tampoco poderme sustraer al entrañable relato de uno de aquellos magníficos soldados de reemplazo que sirvieron con lealtad en aquellas tierras: Josep Maria Contijoch y sus «Impresiones de un Movilizado», una visión leal y con ciertos tintes de humor de aquellos momentos, que una viva y esforzada «Asociación de Veteranos de Ifni» lucha por conseguir un merecido reconocimiento.
Hablamos de unos tiempos en que los medios de los ejércitos eran no solo anticuados sino escasos. Se cubrían estas carencias con una enorme voluntad de servir. Se volaba con aquellos trimotores Junker 52 alemanes construidos por CASA que no obstante nos parecían ideales para el salto por su capacidad de planeo. Y se saltaba con paracaídas tipo T-6 Irving alternando con los Khonke de patente alemana construidos en Sabadell y que en lugar de cinta extractora utilizaban cuerda cuyo latigazo al abrirse dejaba algún que otro recuerdo en el cuello. ¡Aun hay lanzamientos en Ifni llevando fusil Mauser! No hablemos de las raciones de previsión, «cuando las había». Pronto se compatibilizarían aquellos Junker con los americanos DC-3 hasta la llegada de los Caribou canadienses que abrieron la posibilidad de salida por rampa trasera que habíamos experimentado en Alemania con los americanos T-10 Hércules y en Francia con los Transall . Finalmente entre los Hércules y los dos modelos de CASA –212, 235 y 295– e incluso desde los helicópteros Chinook , las fuerzas paracaidistas encontraron sus medios de lanzamiento habituales tanto para personas como para carga. Toda esta resumida huella se funde hoy en el recuerdo a un héroe.
¡Honor y gloria, Ángel Canales!
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