Opinión

Rafa Nadal: Como no sabía que era imposible, volvió a lograrlo

Cuando hablamos de Liderazgo, siempre nos referimos a grandes

figuras de la escena política, empresarial o financiera. Pero si hay un nombre

que defina a la perfección el Liderazgo, por encima de cualquier otro, ese es

sin duda el de Rafael Nadal. Y una palabra, casi como un grito de ánimo, que

define su vida, su trayectoria y sus victorias: ¡Vamos! Lo hemos escuchado en

sus victorias, pero también en sus derrotas, en los momentos más

extraordinarios de su carrera, cuando le hemos visto lesionado o caer para

volver a levantarse. Es un grito que va más allá de lo deportivo y casi de lo

humano.

Más allá de su espectacular físico o de su cabeza, de su enorme

capacidad de superación, hay otra cualidad que le hace irrepetible; la

humildad. Sus palabras de ayer, tras ganar su duodécima copa de ‘Los

Mosqueteros’, el mensaje que dirigió a su adversario, el austriaco Dominic

Thiem, fueron tan extraordinarias y honestas que a mí me quitan las palabras.

No hay elogios ya suficientes para definir un talento tan extraordinario. Es

una pena que no tengamos la receta mágica para tener más como él.

Ante tal demostración, el público francés, renuente durante los

primeros años a nuestro campeón, no pudo por menos que volver a rendirse. La

prensa gala, que ya lo bautizó como ‘el extraterrestre’ cuando ganó Roland

Garros con solo 19 años, así lo volvía a evidenciar quince años después, con

encendidos elogios.

El líder… ¿nace o se hace? Ambas cosas, pero el talento es imprescindible

Si hay algo destacable en Nadal, por encima de cualquier otra

cualidad, es su talento. Es evidente que sus capacidades naturales son únicas:

‘Lo que natura no da, Salamanca no presta’, dice el viejo aforismo. La genética

le ha dotado de extraordinarias cualidades físicas que después, a lo largo de

su vida, ha potenciado y complementado con un entrenamiento duro, riguroso y

continuo. Respecto a esta cuestión, el tenista ha declarado: ‘Muchas cosas son

naturales y hay otras que se trabajan y que se entrenan, como la capacidad de sufrir

o afrontar los problemas’. Obvio. Pero es evidente que, sin un talento natural

como el suyo, no se puede llegar muy lejos.

Ambición: el tesón de ir siempre ‘a por todas’

A Rafael, como siempre se refiere a él su tío Toni, su gran ‘hacedor’,

no le gusta perder a nada. Es ambicioso. Y eso es excelente. No admite otro

resultado que no sea la victoria y cuando pierde, no es por no haberlo dado

todo: es porque, sencillamente, el otro ha jugado mejor. Rafa Nadal no pierde;

es su contrincante quien le vence. Al menos, en esa ocasión. Su mentalidad

ganadora es única. Una ambición que suele faltarle a los españoles, no solo a

nuestros políticos. Lo tengo dicho, con todo el respeto, acerca de un pueblo al

que adoro: los propios españoles suelen ser sus peores enemigos, siempre

quejándose y no valorando lo que atesoran. Para consolidar una sólida ‘Marca

España’, es imprescindible creer en las propias cualidades. Nadal es el

perfecto símbolo de la ‘Marca’ de un país rico en campeones y en talento.

La estabilidad emocional: una virtud clave

En la vida de Nadal, su entorno, su familia, sus amigos, su

novia, han sido clave. Uno de los momentos más críticos de su carrera está

ligado a la separación de sus padres. Busca en cada momento el cariño y el

afecto de los suyos. No concibe sus victorias sin compartirlas con ellos. El

tenis es un deporte individual, pero se equivoca quien piense que no hace falta

equipo ganador y un entorno de total serenidad. Rafael lo ha tenido y lo ha

trabajado al máximo. Lo mismo deben hacer los líderes: no albergar miedo jamás

a rodearse de los mejores. Y nunca negar la importancia de estar al lado de

gente amiga.

Sencillez, humildad, modestia. Virtudes de los fuertes

Rafael Nadal ha sido en muchas ocasiones número uno en el

ranking de la ATP con su estilo campechano, su empatía y sin falsa modestia. Es

un ejemplo para todos y no solo en el deporte. Como coach, lo utilizo siempre

como ejemplo de esa empatía de la que hablo; no solo con el público sino

también con sus adversarios. No hay uno solo que pueda hablar mal de nuestro

campeón. El respeto que ha demostrado siempre hacía todos sus maestros y hacia el

resto de sus competidores, no tiene igual.

Nadal goza de una madurez precoz, tanto como deportista como

persona: ‘La vida da bastantes vueltas; hoy puedo estar aquí como número uno y

dentro de cinco o diez años ser como cualquier otra persona… hay que estar

preparado para asumir el éxito y también la bajada’.

La madurez está ligada a la resistencia mental y al equilibrio.

El setenta por ciento del éxito de un deportista está en su cabeza. En el caso

de Nadal yo hablaría de hasta un noventa por ciento. Es único, como lo es el

extraordinario el equilibrio que siempre domina su vida. Su fortaleza y su

grandeza, como deportista y como hombre, viene de la aceptación de la

transitoriedad de la vida y de los éxitos. Todos los ‘grandes’ son conscientes

de que el éxito es efímero y aceptan que llega un día en el que todo se acaba.

Esta fabulosa madurez, substanciada en la concentración y en el

autocontrol, resulta decisiva para no perder los nervios ni la paciencia. Sigo

citando al propio Rafa Nadal: ‘Lo que evitas teniendo autocontrol es perder

puntos y juegos, dárselos gratis al rival y regalárselos’. Nadal, no se relaja

ni un momento. Su mente está en la cancha siempre. Novak Djokovic, también

varias veces número uno de la ATP, ha dicho de él: ‘Nadal es el único tenista

capaz de mantener el mismo nivel de concentración desde el primero hasta el

último punto del partido’.

Sufrimiento… y diversión. Otras dos claves

Nadal es capaz de divertirse después de tantos años, a pesar de

haberlo ganado ya todo. Su capacidad de celebración es igual de grande que su

capacidad de sufrimiento. Se levanta después de sus fracasos, aprendiendo de

cada uno de ellos, para volver a luchar y triunfar como un niño. Diversión… y perseverancia;

en todas las historias de éxito en el deporte y en cualquier ámbito de la vida

hay mucha reciedumbre. Esfuerzo, lucha, capacidad de sacrificio y entrega

incondicional a la meta. Son el único camino.

A Nadal le quedan por conseguir dos ‘Grand Slam’ más para

igualar la marca de Roger Federer. Me da igual si los consigue, porque el

manacorí podría dejar el deporte mañana si quisiera: ya lo ha logrado todo y es

un ejemplo para todo el mundo, además de haberse convertido, ya hace tiempo y

por derecho propio, en el deportista español más grande de toda la historia.