Opinión

Brenda Chávez: "Cada año consumimos los recursos naturales de 1,7 planetas"

Brenda Chávez (Madrid, 1974) es una periodista especializada en sostenibilidad y cultura. Su bagaje es dilatado en medios escritos y en la radio, colabora en Carne Cruda de Javier Cruda, pero su libro “Tu consumo puede cambiar el mundo” le ha proporcionado un reconocimiento excepcional. La escritora defiende que “podemos utilizar el dinero que usamos para consumir como una palanca de cambio social y medioambiental” y en su ensayo, prácticamente un manual para el día a día, explica diferentes acciones para que cada persona nos convirtamos, a través de cada una de nuestras decisiones, en dueños del destino del planeta. En octubre, la autora vuelve a la carga con un nuevo libro, “Al borde de un ataque de compras”, repleto de claves para ejercer un consumo consciente y con un aire más práctico y directo que el anterior.

Pregunta.- Una rápida para empezar. ¿Qué es “consumo responsable”?

Respuesta.- Es una forma de consumo a la que podemos llamar también sostenible, consciente, crítico o transformador, que además de tener en cuenta las variables de calidad y precio, se preocupa por los impactos sociales y medioambientales que genera.

P.- ¿Cómo se relaciona ese concepto, consumo responsable, con el medio ambiente o directamente con el cambio climático?

R.- Estamos en un momento en el que consumimos 1,7 planetas Tierra en recursos naturales al año. Es decir, estamos produciendo por encima de la capacidad que tiene el planeta para renovarse. WWF apunta que en 2020 la cifra será ya de 2 tierras y en 2050 se prevé que serán ya 3. Y estamos en este punto porque, entre otras cosas, en las últimas 4 décadas de esplendor neoliberal hemos cuadruplicado la producción y el consumo de bienes y servicios.

Esto provoca graves externalidades. Por un lado,

medioambientales, como el cambio climático, el responsable de que los últimos

años hayan sido los más cálidos desde hace 1.400. Pero también vivimos la

acidificación de los océanos y unos niveles de residuos nunca vistos. Por otro

lado, este sobreconsumo también se ha traducido en la precarización del mercado

laboral en las últimas décadas y también en una brecha creciente entre ricos y

pobres. Lo creamos o no, nuestro modelo productivo tiene mucho que ver con

todos esos impactos sociales y medioambientales que se están dando en el mundo

y, por tanto, también con su solución. Por cierto, no hay que olvidar que el

consumo y la producción responsables son los temas de los que se ocupa el ODS

12 de las Naciones Unidas, la hoja de ruta de la ONU para alcanzar un

desarrollo sostenible en 2030.

P.- Imagina que esta entrevista la lee una persona con una cierta preocupación por hacer algo por la salud del planeta. ¿Cómo puede llevarlo a cabo desde su nivel? Esta persona por sí misma no va a bajar la temperatura media global en 2°C, pero puede contribuir a ello...

R.- El consumo es una herramienta de transformación social y un voto de confianza: premiamos o recompensamos una cadena de producción y abastecimiento que puede que tenga unos impactos positivos en el planeta o, por otro lado, que esté contribuyendo a la existencia de abusos sociales, medioambientales, culturales, políticos y económicos. Por eso es importante saber qué estamos promoviendo con nuestro dinero. Podemos apoyar empresas o iniciativas transformadoras o todo lo contrario. Pero además del consumo, hay un buen número de pequeños gestos que podemos llevar a la práctica a diario para proteger el medio ambiente. Por ejemplo, no usar botellas de plástico, ir a la compra con bolsas de tela, cambiar nuestro contrato a una comercializadora de energías renovables, pasarnos a la banca ética, usar menos el coche y cambiarlo por la bicicleta o el transporte público... Hay muchas formas de impactar menos en el planeta y muchas de ellas son fáciles, cercanas y posibles de realizar por cada uno de nosotros.

P.- Aunque tu trayectoria es larga, la buena acogida de tu libro “Tu consumo puede cambiar el mundo” te ha terminado de situar en ese lugar desde el que puedes decir cosas y la gente te escuche. O te lea. ¿Con qué propósito escribiste este libro?

R.- El propósito era acercar realidades que el consumidor o consumidora no conoce fácilmente en su vida normal. Por un lado, desentrañar qué hay detrás del consumo convencional que se realiza y cómo incide en el medio ambiente y en la sociedad. Muchas veces no imaginamos los abusos que grandes marcas cometen en sus cadenas de producción y abastecimiento. Pero por otra parte, para mí era más importante visibilizar las alternativas de consumo, que las hay en cada sector: alimentación, moda, belleza, energía, banca... en cualquier área hay gente que trabaja evitando los impactos sociales y medioambientales habituales. Quería acercar al público la idea de que podemos utilizar el consumo como una herramienta de transformación social y medio ambiental, empoderarnos como consumidores y ser conscientes del papel que desempeñamos en el engranaje de la economía actual.

P.- Uno de los apartados importantes de este ensayo periodístico aboga por abandonar la economía convencional para abrazar una economía ecológica. ¿Cómo es esa economía ecológica? ¿Podríamos basarla, tal y como cuentas en este mismo capítulo, en consumir con sentido (de lo común)?

R.- No es tanto que abogue por una economía ecológica. En el libro planteo que hoy en día, la economía capitalista neoliberal está generando unos impactos sociales y medio ambientales que no nos podemos permitir. Hay otras formas de economía más equilibradas que, además, armonizan mucho más todos los agentes que vivimos en el mundo y tienen en cuenta el planeta y la sociedad. Estamos en un momento en el que existen muchas alternativas acompañadas por una demanda de movimientos sociales como el de los jóvenes que exigen que leguemos un planeta digno a las próximas generaciones. Hoy, un gran número de agentes y ciudadanos aconsejan moderar la deriva económica actual para no caer en las disfunciones y los problemas que ahora mismo están sucediendo. Es de sentido común. Estamos devorando el planeta y la economía debería ser la gestión de los recursos a favor del bien común. Y sin embargo, en muchos aspectos la economía actual trabaja más bien en favor de unas minorías o élites. El libro aboga por llegar a un equilibrio.

P.- En tu libro, tu repaso a una vida habitual de nuestros días es minucioso. Moda, alimentación, transportes... ¿Es posible para un individuo optar por una vida respetuosa con el medio natural y hacerlo ya, o hace falta más implicación de las instituciones y cambios profundos en las diferentes industrias?

R.- Cualquier persona puede realizar ya un consumo responsable, consciente, crítico o cómo queramos denominarlo en las diferentes áreas. Es una realidad a nuestro alcance, lo que pasa es que en ocasiones son alternativas que no están lo suficientemente visibilizadas. Esto no quita para que las administraciones hagan su parte, legislando y premiando a los proyectos con impacto positivo. Las empresas también tiene que cambiar lo suyo y corregir su impacto. Al final, en el mercado convivimos muchos agentes: consumidores, grandes y pequeñas empresas, iniciativas más allá de las convencionales como el bien común, la economía social y solidaria... Todos debemos poner de nuestra parte porque en el planeta habitamos todos y los impactos en él nos afectan a todos. No solo los medioambientales, también las desigualdades que generan inseguridad, inestabilidad y unas repercusiones económicas insostenibles a largo plazo.

P.- ¿Por qué hábitos podemos comenzar para conseguir ese impacto positivo que empieza a ser más que necesario?

R.- Yo siempre digo que empecemos por lo que parezca más sencillo, un reto posible como puede ser ir eliminando el uso de plásticos poco a poco, ir a comprar al mercado en vez de a grandes superficies, apuntarnos a un grupo de consumo, cambiarnos a las renovables o de banco... Siempre pequeños gestos. Por ejemplo, uno al mes y en 2 años habremos hecho 24. Lo importante es darnos cuenta de que cada uno de nuestros actos tiene unas repercusiones. Sobre todo en el consumo, porque detrás de cada bien o servicio hay una cadena de producción y de abastecimiento que activamos y que a lo mejor tiene un impacto en el planeta y en las personas que están fabricando, también en animales o vegetales que han sido utilizados para la elaboración. Seguramente nuestros valores no estarían alineados con esas actividades. Hemos de tener en cuenta eso y también de ser conscientes de que tenemos un papel vital en el sistema. Podemos utilizar el dinero que usamos para consumir como una palanca de cambio social y medioambiental. Pero siempre aconsejo que cada uno empiece por lo que le resulta más cómodo y que haga pequeños cambios que se puedan mantener en el tiempo.

P.- Una pregunta necesaria y habitual. ¿Es más caro o incluso inalcanzable para muchas familias consumir de forma consciente o se trata de un mito?

R.- Cuando comparamos literalmente el consumo convencional con el responsable, con los niveles a los que nos hemos acostumbrado, que están muy por encima de lo necesario y normal, pues la compra sostenible saldrá más cara. Pero la primera máxima es que tenemos que reducir nuestro consumo, adquirir menos pero mejor. Y realmente no tiene que costarnos más. La alimentación puede salir unos euros más cara, como el chocolate de comercio justo, por ejemplo. Pero vas a lograr grandes ahorros en cosméticos que no vas a comprar, porque con 2 buenos es suficiente aunque el mercado te diga que no. También vas a ahorrar en productos de limpieza para el hogar, no necesitas uno específico para cada parte de la casa, en combustibles o en seguros éticos, que pueden salir más baratos que los convencionales. Realmente es dedicar el mismo presupuesto pero utilizarlo de otra manera.

Yo soy una consumidora consciente que ha ido incorporando

cosas poco a poco, esto no fue de la noche a la mañana, y mi presupuesto no ha

variado. No gasto más ni soy, desde luego, millonaria. Es posible pero también

es un proceso. Y el camino se hace al andar, se va aprendiendo a hacer ahorros.

Por ejemplo, una forma es cocinar y optar por productos frescos en vez de

elegir los elaborados ecológicos, que en general suelen ser los más caros. En

ropa, por hablar de otra área, no tienes por qué comprarte 5

vaqueros de baja calidad, fast fashion con explotación humana detrás e

impactos ambientales, y elegir un pantalón sostenible. Hay muchas formas de

equilibrar el presupuesto, y sobre todo se consigue porque uno consume menos y

de una forma más responsable.

P.- Y hablando de dinero, en estas reflexiones o conversaciones en torno a la salud del planeta hay un punto que no se toca demasiado: el sistema financiero. ¿Cuál es su poder (por no hablar de su responsabilidad) en la situación actual, con un cambio climático que amenaza con convertirse en irreversible?

R.- Es fundamental. Es la mano que mece la cuna y el sistema que posibilita cualquier tipo de inversión. Y si está permitiendo inversiones con impactos negativos para la sociedad y el medio ambiente, pues resulta perverso. Por esto aparecen alternativas en todo el mundo, bancos éticos entre los que están Triodos Bank y Fiare en España. Son entidades que no participan en actividades que sean nocivas para el planeta y las personas. Los usuarios que depositan su dinero en estos bancos están tranquilos porque saben que sus ahorros van a contribuir al bien común. Es fundamental que el sistema financiero tome conciencia y responsabilidad de sus impactos. Durante la crisis hemos visto malas prácticas en el sector. Incluso The Economist llegó a hablar de los “banksters”, mitad banquero, mitad gangster. El sistema financiero necesita no solo una refundación sino plantearse qué responsabilidad tiene en el cambio climático. Porque después del Acuerdo de París y del compromiso que hubo, todavía los grandes bancos siguen invirtiendo en energías fósiles de forma habitual. De nada nos sirve llegar a acuerdos por un lado si por otro lado las inversiones no acompañan ese camino. Lo mismo ocurre con los ODS. Tenemos unos Objetivos de Desarrollo Sostenible que necesitamos implementar de aquí al 2030, y esto no será posible si el sistema financiero no está alineado con esos ODS. Es importantísimo saber qué están haciendo los bancos y las cajas, y no solo ellos, también los seguros. También hay que pensar en que la economía especulativa que existe tiene que ponerse unos límites.

P.- ¿Podemos influir en él para, por ejemplo, tender hacia la desinversión en carbono?

R.- Han empezado a aparecer muchas formas de activismo en torno al sistema financiero, también desde los propios accionistas, que ceden sus derechos para que personas implicadas puedan intervenir en las juntas y denunciar los abusos que se realizan. También hay un movimiento importante que insta a desinvertir en energías fósiles. En él se incluyen muchos grupos en todo el mundo que aluden a gobiernos, ayuntamientos y otros entes con poder de decisión sobre inversiones para que no apoyen nada que tenga que ver con combustibles o energías fósiles. Y luego también está la banca ética. Pasar nuestra cuenta a un banco ético es una forma de decirle al sistema financiero que tiene que corregirse y que no queremos participar en un sistema financiero que produzca impactos negativos que chocan con nuestros valores. También existen inversiones éticas y microcréditos. Además, creo mucho en nombrar y señalar las inversiones que están haciendo los bancos, ya sean en armas, especulación con alimentos, transgénicos, acaparamiento de tierras... Hay que denunciar las inversiones nocivas que está realizando el sistema financiero y que incurren en abusos de derechos humanos, para que los propios bancos se den cuenta de que tienen que corregir ese tipo de conductas.