Opinión

Los necesarios héroes

«Dentro de 20 años estarás más decepcionado por las cosas que no hiciste que por las que hiciste. Así que, suelta amarras, navega lejos de puertos seguros, coge los vientos alisios. Explora. Sueña».

Esta frase de Mark Twain sirve de mascarón de proa a un grupo de españoles dispuestos a reivindicar el nombre de Juan Sebastián de Elcano, próximo a conmemorarse los 500 años de la salida del puerto de Sevilla de aquellas cinco naves dispuestas a buscar otros mundos. Solo una retornaría tres años después. Solo 18 hombres de los 244 que partieron, tras superar tormentas, deserciones, motines y sobre todo pruebas de resistencia al límite. Habían dado la primera vuelta al mundo.

Dos bilbaínos, el exministro Juan Manuel Eguiagaray y el economista Eduardo Boix, exponían su ilusionante proyecto en la terraza del Club Marítimo en pleno corazón del puerto de Mahón: repetir el periplo de tres años comenzado por Magallanes, completado por Elcano. El gran mérito de este último fue no regresar por la ruta de ida, arriesgando una diferente y completando la vuelta tras superar el cabo de Buena Esperanza.

Si se hubiese montado un banderín de enganche, muchos de los asistentes nos hubiéramos enrolado en la proyectada travesía de 44.000 millas náuticas, dividida en 21 etapas. Era tal la pasión con la que hablaban de aquellos héroes, que todos vivíamos su sufrido pasado, sentíamos su casi olvidado presente. Eguiagaray resaltaba que el proyecto llamado «Tras la estela de Elcano» pretende «resaltar el mérito de haber demostrado no solo que la Tierra era redonda, sino que los mares eran adyacentes y que por lo tanto se podía pasar de un océano a otro; no había abismos al final, sino que los pueblos podían relacionarse, abriendo un período de primera globalización; España tuvo un enorme protagonismo en la relación con estos pueblos del Atlántico, el Pacífico y el Indico. Hoy perseguimos –concluyó– no solo rememorar el pasado sino sobre todo proyectar un futuro de relaciones de conocimiento y afecto mutuo de culturas de todos los lugares que pisaron». Estas palabras en boca de ciudadanos vascos, herederos de aquella saga de grandes marinos que nos hicieron grandes, contenían un gran mensaje. Porque, ¿qué referencias les llegan a las nuevas generaciones de estos héroes?; ¿qué cultura del esfuerzo deducen o hacen asimilable como ejemplo?

Por supuesto deseo que el proyecto sea un éxito, alegrándome que la Armada y el Ministerio de Asuntos Exteriores, entre otros apoyos, estén comprometidos. Algún eco mediático que ponga en pentagrama moderno la heroica partitura de aquellos héroes deberá llegar. Porque la sociedad necesita referentes. Y si no dispone de ellos, los busca en otros campos. Y los hay en el deporte, en los servidores públicos, en el arte y en la ciencia. Siempre sostengo que deberíamos estar orgullosos de nuestra gestión en materia de trasplantes de órganos de los que somos privilegiados números uno. Tampoco puedo obviar el valor de misioneros y cooperantes que trabajan en zonas desheredadas de nuestro mundo. Por supuesto de muchos de nuestros soldados y marineros.

Pero también creamos falsas percepciones. En política comprobamos como héroes populares que hace cinco años iban a asaltar los cielos, que incluyeron como trofeo a un general de cuatro estrellas, se quedan ahora –como todos nosotros– en simples temporeros de la tierra que pisamos. O como fanatizados independentistas que pusieron toda su «rauxa» republicana al servicio de unos líderes les oyen ahora decir que todo aquello del 1 de Octubre solo consistió en un sencillo trampantojo teatral. O como se suspenden partidos de la liga de fútbol y se repiten emotivos homenajes por un falso héroe que se mata y mata, circulando a 237 kilómetros por hora en una carretera andaluza. Y todos estamos seguros de que no era la primera vez que arriesgaba su vida y la de otros. Y cuando otro jugador de fútbol –con valores humanos acreditados– reflexiona valientemente de esta forma, en ciertos medios es tildado de insolidario y cruel.

Sin patrioterismos, con los medios culturales y mediáticos con que hoy contamos, es necesario transmitir a la sociedad el valor de los héroes. Lo necesita. En mi vecina isla de Mallorca, con el bello fondo de la Catedral de Palma y en plena conmemoración de la gesta de los héroes de Baler (Guerra de Filipinas, julio1898-junio 1889) se tuvo que poner límite a las personas que querían jurar la bandera de España en un acto organizado por la Comandancia General de Baleares. Por supuesto, a pesar de las ofensivas que quieren rompernos –léase el informe del Defensor del Pueblo– el espíritu de un Elcano sigue vivo en nuestra alma como pueblo. Solo es cuestión de sacudirnos viejos y decrépitos fantasmas.