Opinión
Pompa en Windsor
Cuenta la leyenda que Eduardo III de Inglaterra bailaba en palacio con la condesa de Salisbury cuando a la dama se le cayó al suelo una liga de color azul. El Rey, ante el bochorno de su pareja de baile y las sonrisas de los presentes, recogió la cinta y se la volvió a anudar a la pierna. Dicen que fue entonces, para acallar los comentarios que podrían surgir, cuando dijo: «Honi soit qui mal y pense» o, lo que es lo mismo, «Que la vergüenza caiga sobre aquel que piense mal». Pues bien, aquella frase se convirtió en el lema de la orden de la Jarretera de los monarcas ingleses, hoy británicos, sin duda la más alta distinción del Imperio a lo largo de la historia.
La razón de esta importancia hay que buscarla también en los caballeros y damas que la ostentan. Creada en 1348, quiere recordar a los integrantes de la Mesa Redonda del legendario rey Arturo. Además de la soberana británica y el Príncipe de Gales, la integran 24 miembros. Solo se puede designar uno nuevo cuando otro cause baja por fallecimiento. Entre ellos hay ocho miembros de la familia real británica y ocho más de las casas reales extranjeras. España y Holanda tienen cuatro insignias: Felipe VI, Juan Carlos I, Beatriz de Holanda y el rey Guillermo. Las cuatro restantes corresponden a Margarita de Dinamarca, Carlos Gustavo XVI de Suecia; Akihito de Japón, y a Harald de Noruega.
El 19 de junio de 1989, el día en que Don Juan Carlos recibió la misma insignia, me encontraba en Windsor para asistir a la ceremonia. Fue uno de los viajes con los Reyes más bonitos que recuerdo. Tenía la posibilidad de presenciar la ceremonia en la capilla de San Jorge, dentro del recinto del castillo, o ver la comitiva y procesión alrededor del palacio. Como comprobamos –otra periodista y quien esto escribe– que en la capilla no íbamos a ver nada, decidimos sumarnos a los lugareños e invitados para presenciar la colorista parada que recorrió los jardines. Trompetas, orquesta y fanfarrias, carrozas, capas de terciopelo y armiño, sombreros con plumas. Toda la pompa de la corte de San James para celebrar el capítulo anual de la Orden y, como hoy ocurrirá con Felipe VI, hacer efectivo el nombramiento de un nuevo caballero, pues aunque la distinción se le concedió con motivo del viaje de Estado de 2017, aún no se le había impuesto. Dos años después de la concesión, y treinta después de que su padre la recibiera, un nuevo Rey de España lucirá la Jarretera.
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