Opinión

Otros veraneos: Letonia

Bien sabe el lector que uno de los mayores éxitos de la Alianza Atlántica fue derribar sin disparar un misil aquel virtual «telón de acero» con la consiguiente disolución del Pacto de Varsovia, la organización nacida bajo el impulso de la URSS en pleno período de «guerra fría».

Esta disolución entrañó un cambio del mapa geopolítico, cuando los países procedentes del Pacto buscaron cobijo en la Unión Europea y en la OTAN, sin el aplauso de Rusia, su antiguo garante de seguridad.

Letonia, uno de los tres países bálticos, con 64.500 kilómetros cuadrados de extensión y una población de dos millones y medio de habitantes, conoció una primera independencia en 1918 al finalizar la Primera Guerra Mundial. Ocupada por Rusia a comienzos de la Segunda (1940) y luego por Alemania (1941), se convirtió en República Popular Soviética en 1944.

Alcanzó su segunda independencia en 1991, dos años después de la caída del Muro. En 2004 se integraba en la Unión Europea y en la Alianza Atlántica. Pero, tras las crisis provocadas por la intervención de Rusia en Ucrania y otras repúblicas del Cáucaso, la Alianza quiso prevenir situaciones parecidas en las repúblicas bálticas. En la Cumbre de Varsovia de 2016 decidió reforzar sus débiles estructuras defensivas con un despliegue disuasorio de fuerzas multinacionales y la protección de su espacio aéreo. En el caso de Letonia, sus ejércitos solo suman 5.500 efectivos, contando con una reserva de 8.500, insuficientes para proteger sus fronteras con Estonia al norte, con Lituania y Bielorrusia al sur y con la propia Rusia al este. Se le asignó un Batallón reforzado que lidera Canadá en el que se integra España. Otros batallones semejantes están liderados por Alemania en Lituania y por UK en Estonia. El cuarto batallón decidido en Varsovia se despliega en Polonia con mando norteamericano.

El pasado 13 de Julio completaba un nuevo relevo el contingente español de aproximadamente 300 efectivos procedentes –segunda vez–, de la Brigada Extremadura XI ubicada en Badajoz. Con ellos, 455 canadienses, 200 polacos, 165 italianos y destacamentos de Eslovenia, Eslovaquia, Chequia, Albania y Montenegro. Despliegan en la base de Adazi, situada 30 kilómetros al norte de la capital letona, Riga. La unidad española lo hace con el material pesado acorazado (Leopardo) y mecanizado (Pizarro) más potente del Ejército.

Hasta aquí la crónica que no se sale del guión de cualquier nota de agencia de prensa. Pero vayamos a su análisis:

1. La Alianza refuerza con carácter disuasorio a sus miembros de acuerdo con su espíritu fundacional. Integra y coordina fuerzas multinacionales como ejercicio práctico. Crea una verdadera cultura de defensa, de la que indiscutiblemente se beneficia Europa.

2. Tras estos fríos números de efectivos, hay seres humanos que han tenido que preparar su despliegue, adaptarse en idiomas y procedimientos a un mando y tropas extranjeras y a convivir en un país de lengua, religión y costumbres diferentes, lo que no es tan sencillo. Y aunque parte de nuestra sociedad no lo valore, además del sacrificio personal, está el de sus familias, de las que se separan durante seis meses «con los efectos psicológicos que esta desconexión conlleva», como me recuerda un familiar. Estas familias «siguen integradas en sus puestos de trabajo, los hijos en los colegios, los mayores en residencias, completamente mezclados con los cónyuges y familiares del abogado, del panadero, del maestro, pero dando mucho más de si mismos y de sus vidas que el resto de ciudadanos», como refiere una esposa. Y ya sea porque se comunica mal o porque no hay peor sordo que el que no quiere oír, parte de la sociedad no lo valora. Digo parte, porque sí hay otra que quiere saber cómo lo hacen sus militares, por qué lo hacen y en beneficio de quién. El abrazo de un niño de 12 años despidiéndose en el aeropuerto de su padre tuvo recientemente una enorme repercusión en las redes. A cambio, me dice uno de sus mandos, está el orgullo que sienten de saber que alguno de los suyos «representa a España más allá de nuestras fronteras».

«Y si no lo contamos –añade otra informante–, ¿cómo vamos a influir en el ciudadano cuando vaya a votar y se decida por opciones políticas que sostengan una apuesta firme por nuestras Fuerzas Armadas?». Solo con esta influencia, los partidos incluirían en sus programas electorales una mayor atención a los temas de Defensa. ¿Les suena una propuesta de algún partido, en este ya largo calvario de frustrados pactos?

Será muy difícil que una sociedad sodomizada por los segundos de un twitter valore el sacrificio continuado de seis meses.

Más frescos en Adazi que en Badajoz, bien sabéis queridos soldados, que muchos españoles os deseamos un feliz verano.