Opinión
Psicópatas de andar por casa
Qué nos pasa, como sociedad, para haber devuelto el sentido común a las mazmorras del deshonor. Hace unos días, me preguntaron por qué alguien, que dice no estar a gusto con la pareja, familia, padres, colegas, amigos o trabajo, en vez de largarse, se dedica a intoxicar la relación a modo de represalia. O, por qué, cuando no se comparte el «modo de entender la vida», se usa la violencia y no el respeto. Como esos vándalos, que han destrozado una granja y matado a esos animales que dicen defender y proteger.
O, como esas personas que, en lugar de seguir su camino, difaman o hacen «moobing» para perjudicar a esa persona cuyo estilo de vida, ideas, valores, físico, o con lo que sea, discrepan. ¿Hemos creado una suerte de síndrome inquisitorial? O, ¿acaso es la baja autoestima y/o la ausencia de ciertos valores fundamentales los causantes de esta pérdida de sentido común, respeto y compasión ante aquellos semejantes que son «diferentes»? Al igual que, matar a otro ser humano, se ha tornado «solución exprés»: Ana Julia Quezada mató a Gabriel pues le estorbaba para sus planes –cualesquiera que fueran estos–, como debió hacer con aquella hija que, supuestamente, se tiró por la ventana. O, ese hombre que, delante de sus hijos pequeños, ha asesinado a su exmujer, exsuegra y excuñada. Debemos asumir que la semilla del mal nunca ha abandonado al ser humano.
El hacerle pagar a otro la frustración propia, no sólo no soluciona nada sino que hace mucho daño, a veces, irreparable. Si falta amor, falta empatía, y faltando ésta, el desastre está servido pues, la prepotencia, la indiferencia, la soberbia, la crueldad, toman el mando. No hace falta ser psicópata para andar escaso de empatía y sobrado de orgullo malsano. Los normales también se comportan de forma tóxica.
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