Opinión

Lo imprevisible

Hay historias que parecen discurrir por los cauces de la normalidad, historias en las que nada puede salir mal y cuyo final se vislumbra con facilidad y, de repente, en un segundo, la vida hace un viraje súbito y lo trueca todo, habitualmente, de manera trágica. Ese giro del destino lo vivió una pareja mientras disfrutaba de unas vacaciones en un exótico hotel de la isla de Pemba, en Tanzaria. Steven Weber decidió pedirle a su novia, Kenesha Antoine, que se casara con él, y quiso hacerlo de una manera original, supongo que divertida, y acorde con el entorno en el que se encontraban, ya que su habitación era flotante, con una parte del dormitorio sumergida en el mar, con las paredes de cristal. Steven descendió unos metros y, a través de la ventana de la estancia submarina, realizó la petición de matrimonio mostrándole a su chica un texto escrito a mano. «No puedo contener la respiración lo suficiente como para decirte todo lo que amo de ti». Ella lo estaba grabando todo, también el momento en el que Steven mostró el consabido anillo y giró el papel en el que había escrito, «¿quieres casarte conmigo?». Él no pudo escuchar el «sí, quiero» porque no logró subir con vida a la superficie. Nosotros sí, porque Kenesha compartió la historia en sus redes.

Cuando escribo este artículo, todavía se desconocen las causas del fallecimiento. Pero, independientemente de qué fue lo que desató la trágica muerte, no me negarán que no hay quien se acostumbre a la imprevisibilidad de la vida. Y no siempre somos conscientes de ello.