Opinión
Menores sin ley
Las transiciones generacionales siempre son complejas. Mafalda ha cumplido 55 años y nuestros niños están más imbuidos por South Park. La vida ha cambiado mucho. Adolescentes que paren y matan a su bebé arrojándolo a un río, menores que pegan una paliza a otro menor mientras que un tercero lo graba para colgarlo en redes. Hace años, un menor de 15 años era un menor de pensamiento y actitud.
Hoy, una persona de esa edad reacciona e interactúa como el peor adulto que pueda uno imaginarse. La ley del menor no funciona, como no lo hace la ley de la proporcionalidad, y no hablo de la segunda ley de Newton. Si se tiene edad suficiente para cometer un delito, se tiene edad suficiente para pagar por ello. Porque no son menores, son bestias que cuando alcancen la mayoría de edad legal serán aún peores, porque el sistema les ha hecho inmunes a la responsabilidad y tutean a la impunidad, riéndose en la cara de sus víctimas. Y la justicia, la política, los centros escolares y los padres de esos menores colaboran en ese despotismo.
Y la Fiscalía de Menores está donde suele estar la fiscalía, instalada cómodamente en su mantra particular: «De qué se trata, que me opongo». Llevamos décadas pidiendo que se reforme la Ley del Menor, pero políticos y legisladores están a sus cosas, que no son las nuestras. Les recuerdo que nuestra clase política tardó 11 años en aprobar una Ley contra la Violencia de Género repleta de agujeros, errores y yerma de presupuesto que, lejos de solucionar el drama, ha dado aire para que se comentan otros delitos. Si no se sabe legislar, difícilmente se hará cumplir la ley.
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