Opinión
El verdadero infierno
Cuando el show engulle la tragedia, desaparece la razón de ser. Es lo que ha pasado entre los padres de Diana Quer. Lo único axiomático que parece existir entre ellos es el averno que vivieron por el asesinato de su hija. Ocho denuncias por maltrato desestimadas, sobreseídas, por falsas, por inexistentes, por simuladas, ya da igual. Es un juego peligroso cimentar una tragedia sobre un drama como la violencia de género, una realidad envilecida y utilizada por algunos estamentos sociales y medios de comunicación como parte del circo mediático en busca de audiencia. Hoy, pocas cosas se respetan. Hay una televisión privada que incluso se atrevió a dictarle por teléfono una denuncia por maltrato a una «famosa», horas antes de sentarse en un plató previo pago, tal y como reconocieron ante el juez las mujeres policías que le tomaron declaración y que el magistrado admitió, declarando la denuncia falsa en sentencia y atribuyéndola a ella el delito . Y aun así, sigue embarrándose en el lodo de la difamación. Todo vale, no hay límites para alcanzar un beneficio económico, unos puntos de share o para canalizar el odio y la venganza. Y mientras alguna ficción enfanga la realidad, aumentan las mujeres asesinadas, mujeres que denuncian, que tienen que abandonar su casa, romper su rutina, su vida, su familia, con el miedo en el cuerpo, sin fuerzas para contar el infierno instalado en su vida, mucho menos para comercializar con ello. Qué pensarán cuando lo vean expuesto como un producto de consumo más en determinadas repisas de la sociedad. Qué pasará por su cabeza y por su cuerpo. Un nuevo escalofrío amartillando un infierno, el suyo, el de verdad.
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