Opinión

La sentencia hace aguas

Estoy de acuerdo con mi amigo Rogelio en que la sentencia del Tribunal Supremo facilita la continuidad del llamado «procés». Si al final, como todo parece indicar, cualquier movimiento de rebelión contra la unidad de España y contra Constitución va ser considerado sedición con penas reales de un par de años de prisión en cárceles perfectamente acondicionadas, se está garantizando el fortalecimiento de la deriva separatista. Por más que el presidente del Gobierno afirmara, acorde con su costumbre falsaria, que cumplirán la condena íntegra (ver si la RAE ha cambiado el significado de integro), es pensamiento unánime que no será así y que la Generalitat de Cataluña aplicará con largueza y magnanimidad los beneficios penitenciarios que las competencias transferidas ponen en su mano, más aún después de que el Alto Tribunal, como exponía ayer el editorial de LA RAZÓN «se negara a establecer medidas cautelares que aseguren, al menos, que la progresión de grado de los condenados se haga desde el cumplimiento cabal del Reglamento penitenciario, acotando las previsibles maniobras de la Generalitat de Cataluña para favorecer las condiciones de encierro de los reclusos» Lo cierto es que el fallo del TS no ha dejado contento a nadie. Se hace muy cuesta arriba entender la inhibición respecto a lo anteriormente expuesto, respecto a la hegemonía de la unanimidad sobre a lo justo, o respecto a que ha existido violencia pero no la «suficiente». Insisto en aferrarme al editorial de nuestro periódico «que el Rey tuviera que comparecer para trasladar la absoluta certeza de que el Estado defendería la democracia demuestra que en Cataluña había algo más que un problema de orden público». El tiempo dirá si esta aplicación de la ley ha hecho desaparecer la amenaza de golpe de Estado. O si lo facilita. Así es la vida.