Opinión
¿Quién?
Conocemos el qué y el cómo: la educación que se ha impartido a un sector importante de las nuevas generaciones catalanas. Cómo se ha manipulado la Historia. Cómo se han servido en bandeja de plata cabezas de políticos que denunciaban los pactos vergonzantes de PSOE y PP con los separatistas. Cómo se han traicionado valores. Cómo se han roto familias. Cómo han huido empresas del rico tejido industrial y económico de Cataluña. Cómo se han enriquecido clanes familiares –convictos y confesos– envueltos en banderas nacionalistas.
Y sabemos qué modernas aplicaciones en las redes, dan a la guerrilla urbana un valor añadido, debido a la capacidad de concentrar masas en cuestión de minutos: «ser más fuertes en un momento y lugar», propugnan nuestros reglamentos tácticos.
Lo vimos en París recientemente y no supimos extraer lecciones aprendidas, cuando la violencia en sus calles fue semejante a la vivida en Barcelona. Es más, por equivocado pudor político, no supimos respaldar con valentía las medidas de su gobierno. ¿Esperamos ahora que nos comprendan, cuando muchos de los brigadistas que crearon el caos en París, pasean ahora por las Ramblas? Los adoquines son semejantes y se obtienen proyectiles de jardineras, de botellas de reciclaje o de los propios contenedores de basura utilizados como bombas de arrastre incendiarias.
Todo sirve en esta nueva guerra, en la que el odio constituye su componente visceral. ¿De dónde brota? ¿Quién motiva a estos jóvenes encapuchados capaces de comprar de día su sudadera en Zara, para luego arrasarla de noche? Sus abuelos vivieron una trágica guerra civil. Sus padres supieron aprender la lección y se dedicaron a levantar una estabilizadora clase media. Pero para estos jóvenes, esta es su guerra. Y –necio orgullo– presumen en las redes de sus «heroicidades».
Por supuesto no han leído la sentencia del Supremo y hubieron actuado igual, si la condena hubiese sido por rebelión en lugar de la más política y unánime de sedición. El instinto por encima de la razón. La selva.
¿Quién mueve estos hilos? No pienso en esta burguesía que juega, cobarde, a dos velas, ni en los fondos que hayan puesto a disposición conocidos clanes, expertos en ingeniería financiera andorrana. Doy por bien intencionadas las aportaciones particulares de simples ciudadanos. Pero insisto: ¿quién está por encima de todos? Vamos: el estratega.
Me lo pregunto siguiendo una conocida técnica policial: ¿a quién beneficia el crimen? Y no es que no tengamos ejemplos recientes. ¿Quién se ha beneficiado de la crisis de Boeing que ahora nos cobra Bush? ¿Quién aireaba los accidentes del último modelo salido de sus factorías? ¿Quién se beneficia de la quiebra de Thomas Cook? ¿O creen que las aves de rapiña no llevaban tiempo escudriñando a Boeing o a Cook? Hemos olvidado demasiado pronto la crisis de los Balcanes de los años noventa que descuartizó Yugoslavia, la más próspera de aquellas Repúblicas Soviéticas Socialistas. Ser rica, con industria, buena sanidad y mejor formación deportiva, fue precisamente su condena. De sus despojos más valiosos se beneficiaron muchos. De la quincalla –viajen a Kosovo– nadie.
Cataluña es rica en tejido industrial, comercial, cultural y turístico. Si en ella se asienta el caos, sus empresas emigran –como ya lo han hecho más de 4.000– se diluye el turismo por falta de seguridad, no llegan inversores por inseguridad jurídica, se politiza hasta el deporte, se sigue adoctrinando en la mentira y se crispa hasta el «seny», el trabajo de las aves de rapiña es fácil.
Porque para mover un «tsunami democratic» como en Hong Kong o París, que llegue con inmediatez a 200.000 personas vía Telegram con mensajes que se pueden programar para no dejar huella después de unas horas, o utilizar la app de Tinder para citas o incluso la plataforma de juegos Twitch, tiene que haber una buena organización profesional que le de soporte. Incluso si se llega a cortar internet o si las tradicionales redes de wifi tienen dificultades de funcionar, hay soluciones técnicas como el Bridgefy usadas en escenarios trágicos como terremotos o huracanes, que tienen un enorme potencial como sistemas de comunicación. Lo triste es que perdida políticamente la capacidad de prever, vayamos a rastras y concedamos el dominio de la iniciativa. Otro principio táctico: la sorpresa
El objetivo estratégico es Cataluña y su economía. Les importa menos su cultura. Para conseguirlo, el caos, la incertidumbre política y la inseguridad, son las mejores armas. ¿Creen que no hay nadie interesado en provocar una crisis en SEAT, empresa mundialmente puntera no solo en producción sino, muy especialmente, en investigación y desarrollo? Ya hubo ensayo general el viernes 18. No tengo la menor duda de que es uno de sus objetivos estratégicos.
Y no basta con intuir quién es el estratega. Como en la guerra, hay que descubrirlo y neutralizarlo.
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