Opinión

Luego dirán

Hoy está votando mi querida Argentina y todos los indicios apuntan a que habrá vuelco electoral sin necesidad de la segunda vuelta. Alberto Fernández puede ser mañana mismo presidente de la República gracias, entre otras cosas, a su estrategia para aunar a todo el Peronismo. Ahora han leído Vds Peronismo y les imagino hiperventilando. Al ladito mismo, Chile se ha echado a la calle. En Santiago, un millón doscientas mil personas tomaron las calles de Santiago en una marcha sólo comparable a la que, treinta y un años antes, se produjo para decirle que no a Pinochet y a sus intenciones de quedarse hasta que le diera la gana. Tomaron las calles de Santiago para reclamarle a Sebastián Piñera que les permita vivir, respirar, comer, y tener un sistema de retiro público que no existe allá, por ejemplo y para empezar. Chile está en estado de excepción desde hace diez días y, de alguna forma, también lo está su presidente, Piñera, que salió a decir que le perdonaran los chilenos por su falta de visión y para anunciar algunos alivios económicos, una especie de respirador asistido. Curiosamente, Mauricio Macri hizo lo mismo. También pidió «Lo que les pedí fue muy difícil, como trepar al Aconcagua, y hoy están cansados y agotados. Llegar a fin de mes se transformó en una cosa imposible para muchos». Mientras desde Europa pensamos que lo mejor para esa parte del mundo es hacer de felpudo al FMI, allí no se sostiene, no se puede, la gente no vive. Dos gobernantes de dos países vecinos aprietan hasta la extenuación para hacerse los buenos niños prudentes a su gente, y su gente no aguanta. Y cuando ya no les votan, cuando les protestan, cuando no dan más, entonces lo entienden. Entonces comprenden el mensaje e inventan medidas para aliviar. Entonces reflexionan y, casualmente, le bajan el ahogo al personal. Pueden hacerlo. Pero prefieren hacerlo cuando ya no le queda otra a la gente. Luego dirán que no saben votar. Luego dirán.