Opinión
Greta Thunberg
La utilización de los niños a lo largo de la historia ha sido escandalosa. Y lo ha sido en todos los sectores de la sociedad: política, arte, cultura, religión, medios de comunicación, publicidad… Sucedió con Bernile Nienau, de 6 años, conocida como «La niña del Führer», a quien Hitler abrazaba en las fotos hasta que descubrió que su abuela era judía, y ya no hubo más fotos ni más niña. También Stalin utilizó a la pequeña Guelia Markízova para posar en las fotos, hasta que envió a sus padres al Gulag y la niña pasó de ser imagen icónica del régimen, a hija de un enemigo del pueblo. Se acabó la magia.
Ahora los trucos se hacen con la niña Greta Thunberg, activista de 16 años que quiere estar en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático que se celebrará en Madrid, pero no considera viajar en avión porque contamina. Que España ofrezca a esta niña un transporte alternativo en vez de facilitar el viaje a un científico o especialista con rigor, formación, criterio y cuyas opiniones no estén subvencionadas, ergo, teledirigidas, es absurdo e indecente. El único pasaje que deberían facilitar a Greta, ya que tiene tan desarrollada la conciencia colectiva, es a la exposición itinerante sobre Auschwitz que desde hace años recorre el mundo. Y cuando lo asimile, lo mismo entiende lo que es robarle la infancia y el futuro a un niño. A Greta nadie le ha robado la infancia, en todo a caso, se la están financiando, a ella y a sus padres, a los que tendrá que pedir cuentas sobre la gestión de su infancia y su adolescencia, y ya puestos, sobre sus derechos de imagen. Lo demás, son niñerías.
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