Opinión

Al acecho

Como los cazadores furtivos: agazapados; a la espera; a verlas venir. Otros se encargan de levantar las aves o las liebres.

No necesitan gastar energías en debates públicos. Dejan que los cinco representantes de formaciones políticas nacionales, rodeados de una parafernalia asfixiante, se despellejen entre sí. Ya se encargarán los comentaristas especialmente elegidos por cada medio entre los de su tribu, de hacer llegar el agua al molino propio. El método es sencillo: digan lo que digan los cabezas de lista en casi tres largas horas nocturnas, se cocina el resumen a conveniencia de la formación afín, o la que paga con afinidad en metálico o en favores.

Ellos no. Ellos intuyen que finalmente este domingo 10 de Noviembre habrá un empate técnico entre bloques de izquierda y derecha –allá rondando los 156 escaños– y que sus contados votos serán decisivos para inclinar la balanza.

De sobra lo saben PNV, PAR, PRC, Compromís, CHA, Nueva Canarias, A.S. Gomera, Mes por Mallorca y Mes por Menorca e incluso Bildu. Por supuesto, los partidos catalanes con representación nacional. Esta ha sido una constante en las últimas décadas y se expande.

Repasemos la historia: en 1979 ya se aprobaron los Estatutos de Cataluña y el País Vasco; se pospuso conscientemente el de Galicia con el objeto de marcar diferencias. Luego vendría el de Andalucía y posteriormente los Acuerdos Autonómicos de 1981 generalizarían el proceso descentralizador para lograr una teórica distribución homogénea del poder. En aquellos años se transfirieron 486 servicios. A partir de entonces hasta 1992, se desbocaron las transferencias y muy especialmente las interpretaciones de las mismas. Cuando en la década anterior solo se habían registrado ocho conflictos entre el Estado y los entes autonómicos, solo en 1985 se plantearon 131 ante el Tribunal Constitucional. El pacto entre Felipe González y José María Aznar permitió transferir en 1992 –Olimpiadas, Sevilla– otras 32. El cómputo de las cedidas por el Presidente socialista en sus largos años de gobierno es significativo: 1.368. Con Aznar en 1996, contando con el apoyo de CiU, se descentralizaron competencias tan importantes como la educación no universitaria, la financiación autonómica y la sanidad. Hasta comunidades reacias a estas transmisiones tuvieron que aceptarlas. Los votos de Convergencia se pagaron en el pacto del Majestic entre otras cesiones, con bienes patrimoniales del Ejército –Hospital Militar, Cuarteles de Lepanto– firmados por Rodrigo Rato. ¡También estaba al acecho entonces, Jordi Pujol! Con el tiempo llegamos a conocer la catadura moral de los firmantes.

Con el gobierno Zapatero, el proceso de descentralización llegó al límite. Pactó con la oposición los nuevos estatutos de Baleares, Aragón, Valencia y Castilla León, pero no el de Cataluña que acabó recurrido en el Constitucional como bien sabe el lector.

En resumen entre 1978 y 2014 el Estado había transferido 1.994 competencias, de ellas como autonomía más beneficiada, Cataluña con 189.

Pero no es solo el número lo más significativo. Es el fondo de lo que entrañaban las transferencias lo que preocupa; lo que se gestaba; los efectos que vivimos hoy.

Utilizo el testimonio de una persona honesta y leal con la que compartí el servicio de armas especialmente en unidades paracaidistas. Relata el testimonio fidedigno de sus tiempos en el CESID, de un miembro de su Sección de Antiterrorismo: «¿qué crees que ha dicho Arzallus en el brindis de la copa que han tomado en el gobierno vasco para celebrar la primera competencia que reciben? (dos días antes se habían publicado los decretos concediendo competencias en enseñanza en Cataluña y el País Vasco). ¡Señores brindemos por la enseñanza, el arma que nos permitirá alcanzar la independencia! Le pregunté si se lo había pasado al Director, entonces Alonso Manglano. Afirmativo. Y sé que lo despachó con el Presidente Suárez».

Pasados los años, mi informante destinado en la Escuela Superior del Ejército recibió al ex Presidente del Gobierno Adolfo Suárez invitado para impartir una conferencia. La llegada anticipada en 45 minutos de Suárez pilló al General de la Escuela fuera de ella, sustituido por sucesión de mandos, por mi interlocutor. A solas en el despacho del Director pudo preguntarle a Suárez si ciertamente Manglano le había planteado el tema. «Coronel: no puede usted darse idea de lo solo que estaba para oponerme al tema de la transferencia de la enseñanza; hasta Fraga (curioso que lo nombrara no siendo de su partido) (sic) estaba empeñado en que la primera competencia que había que dar a las autonomías era la enseñanza». Incorporado el Director, no se habló más del tema.

La situación a día de hoy tiene mucho que ver con el pasado y no es malo reflexionar ahora sobre ello, antes de pactar a cualquier precio con los que acechan. Luego lo pagamos todos.