Opinión
Liliana Segre
Con 89 años, Liliana Segre vuelve a vivir la pesadilla que la atemorizó a los 13: el odio. Esta senadora vitalicia italiana es una superviviente del Holocausto que estuvo presa en el campo de Auschwitz y, a punto de cumplirse 75 años de la liberación de este campo de exterminio, Liliana sigue recibiendo amenazas, 200 diarias. A ella le van a venir con amenazas de muerte, cuando hubo un tiempo en el que quienes la odiaban se levantaban con el único propósito de matarla, y no contentos con eso, exterminar sus restos y su memoria. En millones de casos, consiguieron lo primero; lo último, no. No creo que Liliana tenga miedo físico a nada ni a nadie, pero hay otra aprensión más poderosa: el miedo a que vuelva a repetirse la historia. No olvidar equivale a no odiar. Hablar de ello, recordarlo, conocer cada historia, es el único antídoto contra el odio. Los supervivientes solían decir que vivían para resistir y resistían para vivir. Nosotros debemos recordar para vivir y vivir para recordar.
El odio no es una enfermedad que se trata y se cura. No se destruye ni desaparece por arte de magia. El odio es un virus mortal que mata, aunque muera quien lo ostente. Es un mal durmiente que madura cultivando la paciencia, sabiéndose invasor porque conoce un cuerpo débil por confiado, por ignorante, por incauto o por soberbio como es la condición humana insertada en la sociedad. Por eso al odio hay que vigilarlo, estar en alerta continua, sin bajar la guardia y sin pasar una. La inmortalidad del odio solo se consigue mediante el olvido. Por eso, hay que recordar.
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