Opinión

Chubasquero judicial

La justicia y las sentencias de algunos jueces – evito generalizaciones– se asemejan cada vez más a una partida de naipes, al bombo de la lotería y me ahorraré el símil del bingo aunque la analogía es recurrente. Hace días, el Juzgado de lo Penal de Segovia absolvió al maestro que publicó insultos denigrantes sobre la muerte de Víctor Barrio porque, aun reconociéndolo como «voraz episodio de odio», el Código Penal «no incluye la tauromaquia como colectivo vulnerable en los delitos de odio». Hace siete meses, el Tribunal Supremo condenó por intromisión al honor a una concejala por mofarse de la muerte de Barrio señalando que «las redes sociales no pueden ser un subterfugio donde todo vale desde la creencia errónea de estar amparado, oculto o protegido por un perfil social». Se ve que el Código Penal que utiliza el Supremo, sí lo incluye. Quizá los ciudadanos tengamos que encomendarnos a algún dios menor para encontrar al juez que no vea placer en el rostro de una mujer cuando una manada está abusando sexualmente de ella –violándola, vaya– o que considere que la libertad de expresión, más que un derecho, es un impermeable al que le resbalan delitos recogidos en el Código, como la injuria, la calumnia, la difamación o el odio. Hace días, la jueza Victoria Rosell criticaba la indemnización de 162.000 euros a un juez por difamarle en prensa, comparada con otros casos más sangrantes. Uno se pregunta si depende de quién se ponga «el impermeable» para considerar si hay vulneración del honor, libertinaje de expresión o libertad de expresión. Mañana presento los Premios Confilegal y algunos jueces son premiados. Será interesante ver quién lleva chubasquero.