Opinión

La pegatina

Ayer me mostraron unas pegatinas contrarias a lo que predica Greta Thumberg, la niña sueca que se ha convertido en el símbolo de la lucha contra el cambio climático y contra el crecimiento insoportablemente insostenible del mundo. Los adhesivos mostraban un camión echando mierda por el tubo de escape y una frase: «Fuck you, Greta». Puedo entender la preocupación de camioneros y transportistas por el precio del diésel; puedo comprender que la mayoría de ellos, autónomos, hayan echado cuentas y no les salga a cuenta si suben los precios de los combustibles; puedo meterme en sus zapatos y hacerme cargo de que, primero está el sueldo y sus familias, y luego ya vendrá la preocupación por los contaminantes. Todo eso lo puedo llegar a procesar. Ahora les explico lo que me parece nauseabundo. Imaginemos que Greta no se llama Greta. Imaginemos que es un niño de dieciséis años, que se llama Gustav y que padece Síndrome de Asperger. ¿Creen que alguno de los valientes creadores de esa pegatina hubieran colocado encima del camión echando mierda «Fuck you, Gustav»? Estoy convencida de que eso no hubiera sucedido jamás. A mí no me gusta la teatralidad de Greta Thumberg, no me gusta su tono apocalíptico, pero puedo entender la preocupación de la juventud por el medio ambiente porque es a esa edad a la que tocan estas cosas. Pero me gusta mucho menos que una niña con problemas recorra en mundo sin sus padres, convertida en un icono prematuro e inmaduro. Menos aún que su familia esté preparando a su hermana para ser imagen contra el machismo, aunque visto el asunto de la pegatina, parece que en ese sentido hay bastante faena. Pero lo que más me jode es la falta de empatía de la gente, de esa gente dispuesta a cargar contra una cría, que es menor, que vive un absoluto desarraigo y que es autista. Qué pena de niña. Y cuánta mierda alrededor.