Opinión

Angelets de la terra

El tratado de los Pirineos significó la fractura de Cataluña, firmado en la isla de los Faisanes el 7 de noviembre de 1659, por los representantes de Felipe IV de Castilla y III de Aragón, y los de Luis XIV de Francia, para poner fin a la guerra entre las dos coronas que comenzó en 1635. En la desastrosa negociación para delimitar la frontera, el español Luis de Haro intentó conservar parte del Rosellón y salvar la comarca del Conflent y la Cerdaña. El bando francés, asesorado por Pierre de Marca, conocedor de la historia de las tierras en litigio, presentó la línea divisoria más favorable posible a la corona francesa. Finalmente, los representantes castellanos, ignorantes de las costumbres y características del país, prefirieron defender las posiciones en Flandes antes de que salvaguardar la unidad territorial catalana. El tratado estableció finalmente que del condado de Cerdanya serían cedidos treinta y tres pueblos a Francia y en el que la población de Llívia se mantuviese en España, por ser villa y no pueblo.

Luis XIV garantizó a los nuevos ciudadanos franceses el mantenimiento de sus privilegios, y en particular el derecho de comprar la sal sin ninguna imposición. Sin embargo, en 1661 las autoridades francesas, haciendo caso omiso a las promesas, ignoraron los fueros catalanes y tramitaron la confiscación del impuesto sobre la sal, conocido como «la gabella de la sal», lo que originó el inició de la revuelta de los campesinos norcatalanes, que propugnaban la separación del estado francés y su reincorporación a la monarquía hispánica., Los hispanistas se llamaron, «Els Angelets de la terra», cuyo nombre se debe a la devoción por san Miguel Arcángel.

Bajo el grito de guerra: «Viva el rey y la Tierra, muera la gabela y los traidores», la sublevación se extendió por las comarcas del Vallespir, entre agosto de 1663 y el 1672, y del Conflent, entre 1668 y el 1673. Sin embargo, los franceses mandaron a 4.000 soldados, lo que provocó la derrota a los hispanistas el 5 de mayo del 1670, en el llamado «Coll de la Reina». Sus caudillos, Josep de la Trinxeria, Joan Miquel Mestre, apodado L´hereu Just”, tuvieron que refugiarse bajo la protección de la corona de España, a la que sirvieron lealmente.

La lucha de los catalanes para lograr el retorno del Rosellón a España no cejó con las derrotas sufridas, y durante la llamada «conspiración de Villafranca de Conflent», organizada el sábado de Gloria de 1674, se preparó la declaración de reintegración de los condados catalanes a España. La conspiración fue descubierta y el nuevo líder, Manuel Descatllar, fue torturado y ejecutado. La represión fue violentísima, con requisas de patrimonio, condenas a galeras, y ejecuciones masivas. El descontento y la sublevación de los catalanes eran intensos y el coste de vidas en ambas partes, incalculable, por lo que el rey de Francia propuso cambiar los condados catalanes por los de Flandes, a lo que el rey español se negó. Flandes, Bélgica, siempre interponiéndose en los intereses de los catalanes, es decir de los españoles. La historia se repite como tragedia.