Opinión
Mensajes de Navidad
En unas horas, empezarán a llegar decenas, cientos o miles. Mensajes de felicitación, preñados de deseos, buenaventura y felicitaciones, unos más acertados que otros y algunos más deseados que el resto. Y también escribiremos otro tantos, como respuesta de compromiso o eligiendo con tacto aquellas palabras que queremos que suenen diferentes, por especiales y sentidas. Incluso tendremos algunos institucionales que más que escuchar, oiremos de fondo. Pero como todo en la vida, hay mensajes y mensajes. Como el que ha encontrado Florence, una niña británica de 6 años, en el interior de una postal navideña, en la que se disponía a escribir sus propias palabras pero no ha podido. En el mensaje, escrito a mano y en inglés, un preso pedía ayuda porque estaba siendo empleado a la fuerza para empaquetar esas tarjetas navideñas, que una empresa china comercializaba con fines benéficos. «Somos prisioneros extranjeros en la prisión de Qingpu en Shanghai, China. Obligados a trabajar contra nuestra voluntad. Por favor, ayúdennos y notifíquenselo a una organización de derechos humanos». Pues sí, hay mensajes y mensajes. Como el escrito por Marisol Burón, la madre de Marta Calvo, cuyo cuerpo sigue buscándose. «Puedo llorar porque se ha ido o reír porque ha vivido». Y sus palabras continúan: «Puedo llorar, cerrar mi mente, sentir el vacío o puedo hacer lo que le gustaría a Marta, sonreír, abrir los ojos, amar y seguir adelante».
Estaría bien pensar en esos mensajes que tendremos la suerte de no recibir y en lo afortunados que somos por no tener que escribir ni leer las palabras que los cimientan. Disfrutemos de ese regalo aleatorio porque será el mejor de todos los que vayamos a recibir. Feliz Navidad.
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