Opinión

Y de lo mío... ¿qué?

Don Francisco Silvela estaba en turno de Oposición. Y le afeaba al ministro del Tesoro su despilfarro. –Señor ministro, su Excelencia se ha extralimitado en el gasto, y ha sobrepasado en 400.000 reales los presupuestos-. Desde su escaño, el señor ministro se santiguó y defendió sus cuentas de esta guisa: -Pero, ¿qué dice usted, señor Silvela? ¡Ave María Purísima!-, a lo que Silvela respondió: -Sin Pecado Concebida, pero se ha gastado usted 400.000 reales más que los aprobados en los presupuestos-. Puede ser una leyenda urbana. El Rey Alfonso XII agonizaba y la Reina María Cristina no se apartaba del lecho en el que se apagaba la vida de su marido. Alfonso XII, que era bastante castizo, pidió con un gesto a su mujer que se acercara aún más para decirle algo importante: -Cristinita, guárdate el coño, y de Cánovas a Sagasta y de Sagasta a Cánovas-. El conservador y el liberal. Dos patriotas y grandes políticos. Cánovas dimitió y fue reemplazado por Sagasta, como era obvio. Y el riojano formó un Gobierno de ejemplar austeriodad, con sólo seis ministros. Lo explicó: -Ya que gobernamos mal, al menos gobernaremos barato-. Entre Cánovas y Sagasta se estableció, desde el principio, una relación de hondo respeto destructivo. Era presidente del Consejo de Ministros Cánovas, y Sagasta le pedía explicaciones concretas en el Congreso. Cánovas jugaba con la palabra y su gracia andaluza. –Señor Cánovas, cuando usted no sabe qué responder siempre recurre a las historietas y chistes andaluces-. Y Cánovas, en este caso, supo responder: -Pues haga usted lo mismo contando chistes de Logroño, y a ver que tal-. Eran otros tiempos. Políticos de una pieza, cultos, brillantes y patriotas.

Me he llevado un gran disgusto esta mañana al comprobar que no se me incluía entre los vicepresidentes de Sánchez. Al contrario que Sagasta, Sánchez va a gobernar muy mal y los sueldos de los vicepresidentes nos van a salir a los españoles por un ojo de la cara. Pero reconozco que hasta ayer, albergaba esa esperanza. Sánchez ha elevado al rango vicepresidencial a tres mujeres para restar importancia al único vicepresidente varón, el galapaguí, como escribe Emilia Landaluce. El vicepresidente galapaguí ha exigido que su chica, o compañera de hecho, o novia fuerte, sea también ministra. Tenemos pues, un vicepresidente y una ministra galapaguíes, lo cual se me antoja de lo más cachondo. Iglesias creía que sólo él sería vicepresidente, y cuando se ha enterado de que tres vicepresidentas van a igualar o superar su rango, se ha agarrado un mosqueo universal. Alguien lo ha escrito en las redes. «Un vicepresidente más, y podrían formar un Grupo Mixto en el Congreso». Si Sánchez hubiese meditado un poco más lo de sus vicepresidencias, me habría nombrado a mí vicepresidente 5º, con una sóla responsabilidad. Vigilar de cerca al vicepresidente 2º, es decir, al vicevicepresidente, que eso es lo que será mientras Iglesias ocupe la vicevicepresidencia. Carmen Calvo, vicepresidenta, Pablo Iglesias, vicevicepresidente, Nadia Calviño vicevicevicepresidenta, y Teresa Ribera, la taurina, cazadora y amiga del diésel, vicevicevicevicepresidenta también. Un lío y empieza a dolerme la cabeza.

El vicevicepresidente ha anunciado que su Jefe de Gabinete será Julio Rodríguez, el General que no tiene quien le vote. Durísimo descenso. Saltar de la Jefatura de Estado Mayor de la Defensa –JEMAD-, a Jefe del Gabinete de un vicevicepresidente del Gobierno, es salto de precipicio. Pero al menos, ya le han encontrado al extravagante aviador un sillón para su traspuntín, una mesa para sus apuntes y un teléfono para sus llamadas. Por otra parte, el Jefe del Gabinete del vicevicepresidente tiene como derecho de papelería, a tres rotuladores «Pilot» cada mes y a una caja de lápices de colores «Caran D´Ache» por año. Un chollo.

Pero sigo preguntándome qué hay de lo mío, y el único que puede responderme no me devuelve las llamadas. Situación límite.