Opinión

El engañar se va a acabar

Quien sea de engaño fácil, no debería reñir a su sentido común ni a quien está detrás, el «crítico» , capacidad que aúna observación, análisis, evaluación, reflexión, planteamiento de preguntas, cuestionamiento. Porque todos albergamos dicha capacidad –aunque, en base a los resultados, su práctica no sea habitual–. Suele ser usada, preferentemente, por quienes asumen la responsabilidad sobre sus actos, e ignorada, cuando no proscrita, por aquellos que tienen la costumbre de repartir culpabilidades entre propios y extraños. Paradójicamente, se adjudican la culpa de todo, provocándose complejo de inferioridad, no atreviéndose a cuestionar nada. Son gente emocionalmente débil que no osa enfrentarse con la realidad puesto que adolecen del «síndrome de la mujer maltratada» (cuando ella espera que sea él quien cambie o se torne buena persona en lugar de asumir las riendas y largarle de su vida). ¿Acaso quienes viven reñidos con su sentido común son menos inteligentes que otros? No, pero lo parecen. Al temerle a la verdad, al crítico, lo han confinado en las mazmorras, sustituyéndolo por el «tocapelotis» y/o «torquematis», versiones disfuncionales del crítico-. Para hacernos una composición bastante exacta de la «realidad», debemos observarla desde varios ángulos, y además fijarnos, no en lo que nos dicen, sino en el metamensaje (lo que nos quieren decir cuando nos dicen). De entrada, el sentido común, ante una situación dada, nos impele a cuestionar la «realidad» que nos presentan y dudar de lo que nos cuentan. Quienes reniegan de su sentido común ignoran que la verdad no ofende, libera. «Las cosas no siempre son lo que parecen, ni parecen lo que son».