Opinión

General Martínez Eiroa

En el último número de «Tierra Mar y Aire», la revista que edita la Real Hermandad de Veteranos de las Fuerzas Armadas y Guardia Civil, encontramos un sentido «¡adiós!» del Teniente General del Ejército del Aire (R) Ignacio Martínez Eiroa (Marín, 1925) que durante dos décadas la ha iluminado con unas magníficas reflexiones, que para muchos uniformados, han representado estímulo, ejemplo, ánimo. Nos decía a sus lucidos 94 años:¡ a Dios os encomiendo!, haciendo suya la fórmula que empleaban los antiguos hidalgos cuando debían dejar a los que amaban «porque los reclamaban destinos más altos»; matizando «aunque no podamos ya empuñar la espada, si podemos utilizar la pluma y la palabra y, siempre, el corazón»; durante años hemos intercambiado ideas que, con distintos matices, coincidían en lo esencial: desear lo mejor para España «patria común e indivisible de todos los españoles». Terminaba confesando, con buen sentido del humor –el mejor atributo de la inteligencia– que siempre le acompañó, «si yo fuera poeta, podría haber escrito:

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida,

porque nunca me diste ni esperanza fallida,

ni trabajos injustos, ni pena inmerecida…..

pero se me adelantó Amado Nervo, que sí lo era.»

Y mientras pensaba como responder a su adiós y que artículos suyos podía seleccionar, me llegó la noticia de su fallecimiento. ¡Bien sentía la llegada del ocaso! Y se fue, con la cabeza clara, intuyendo la borrasca, casi sin molestar a nadie.

Bien sé quien entre sus compañeros de armas lo sentirá profundamente: el Rey D. Juan Carlos. El entonces Comandante Eiroa transportaba a S.M en sus frecuentes desplazamientos en helicóptero, que pilotaba junto a su antiguo profesor. Le conocí en un lejano Día de las Fuerzas Armadas en La Coruña allá por 1981. Tiempos de ETA, GRAPO y FRAP, obligaban a extremar medidas de seguridad. El Comandante Eiroa era siempre un seguro. Buen gallego, aprovechó aquellos tiempos y aquellos vuelos para dejarnos en 1985 un libro «Galicia desde el Aire» que sigue siendo una joya y que ahora une a la belleza de sus imágenes aéreas el entrañable recuerdo de quien nos ha dejado.

Extraigo de su rico pensamiento algunos párrafos de su tribuna «El desencanto» publicada en 2018. «La fe y la esperanza son los pilares que mantienen la adhesión de un pueblo a su líder. Y la fe es la clave del arco; sin fe no hay esperanza; todo el que aspire a ocupar el poder debe inspirar confianza, ajustar sus hechos a sus palabras, cumplir lo que promete o morir (al menos políticamente) en el intento». Entra después en el tema de la mentira como arma de acción política: de ahí viene el desencanto. «Los demagogos saben que las masas se mueven más por lo que les ofrecen que por lo que les hayan dado», lo que su querido pueblo gallego entiende por «o falar non ten cancela».

Incidía recientemente en el tema de la mentira política el profesor Emilio de Diego en esta misma Tribuna (1), calificándola como «el ariete más demoledor del respeto, que acaba convirtiendo al mentiroso en la propia mentira».

Y cuando Eiroa constata la llegada del otoño de su vida, «cuando uno tiene más tiempo para pensar y los recuerdos se acumulan como las hojas de los arboles amontonadas por el viento, parece que en el tablado de la farsa resucitan antiguos personajes que repiten sus papeles» refiriéndose a las dos Repúblicas españolas. Termina dejando un claro mensaje: «Yo ruego a los políticos españoles que nos devuelvan la fe; que no dividan, que sumen; que no es verdad que haya dos Españas; hay una sola y única Nación madre de naciones y con siglos de existencia, que, como dijo Mío Cid, es cuna de buenos vasallos cuando topan con buenos señores».

Imagino que la Real Hermandad de Veteranos tendrá prevista la edición de una selección de sus artículos. Sé que no recibirán «bendiciones oficiales» porque no suele gustar al poder de turno recibir reflexiones de reproche por ponderadas y formales que se presenten. Fácilmente podrá ser etiquetado, en el mejor de los casos, de mayor, caduco. Porque lo que priva hoy es la imagen, la sonrisa publicitaria, la palabra vacía, lo políticamente correcto, la lealtad a tiempos marcados por la conveniencia. Eiroa pensaba de forma diferente, sin ambiciones, solo con el afán de servir, consecuente con lo que fue su larga vida en la que sumó a sus 11.000 horas de vuelo, peligros e incertidumbres en Salvamento Marítimo, problemas con materiales, decisiones valientes ante inclemencias meteorológicas. En resumen servicio a su sociedad; honesto, asumiendo incluso: «Estoy en deuda con vosotros, porque siempre recibí más de lo que he dado».

¡Gracias siempre, mi General!

(1) «Respeto y Dignidad» 11 Enero 2020