Opinión

Palabras a un soldado

Para evitar suspicacias. Al gran soldado que le dedico este texto, el Teniente General don Fernando Alejandre Martínez lo he saludado en una única ocasión con motivo de la presentación de un libro de Augusto Ferrer-Dalmau en Madrid.
La ministra de Defensa, que está desempeñando su labor con muchos más aciertos que errores, actuó con desconcertante descortesía con el Jefe del Estado Mayor de Defensa, el General Alejandre, cuando éste se hallaba representando a España en una reunión de la OTAN. Y aceleró su relevo, designando nuevo JEMAD, al Teniente General del Ejército del Aire, don Miguel Ángel Villarroya, de impecable trayectoria. Piloto de confianza durante muchos años del Rey Don Juan Carlos I, participante activo en duras misiones en el Exterior, y leal sin resquicios a su juramento de lealtad a España, al Rey y a la Constitución.
El relevo se podría haber llevado a cabo 48 horas más tarde, pero la ministra –y es mi opinión– se dejó llevar por la precipitación. El General Villarroya, seguro estoy de ello, borrará el mal recuerdo del último JEMAD del Aire, hoy Jefe del Gabinete del vicepresidente comunista del Gobierno Pablo Iglesias, conocido en la jerga de la calle como Ceaucescu. Pasar de Jefe del Estado Mayor de la Defensa a Jefe de Gabinete de Iglesias, es, más o menos, como si don Amancio Ortega, fundador y propietario de Inditex, acepta en la actualidad la jefatura del servicio de limpieza de cristales de los escaparates de Zara en la Línea de la Concepción y Algeciras, con mi respeto a las citadas localidades.
Cuando los políticos son relevados inesperadamente, salen de sus bocas sapos y culebras. De lo grandes soldados, jamás. La disciplina, la buena educación y su sentido estricto de la jerarquía les impiden mostrar el público desacuerdo. Un soldado que alcanza el empleo de Teniente General, es en principio, un gran soldado. Y don Fernando Alejandre se ha despedido de sus compañeros con una carta ejemplar, alejada de rencores y esquinas, y solicitando a todos su plena colaboración con el nuevo JEMAD. «Soy consciente de que aún nos queda un largo camino por recorrer para lograr las Fuerzas Armadas que España necesita. Bien equipadas, modernas y convenientemente sostenidas, y por ello os ruego que hagáis lo que en vuestras manos esté para conseguir el imprescindible impulso político y social que nos lleve a invertir más en defensa». En el diario «El Mundo» del pasado 25 de enero, el Almirante James Foggo, Almirante en Jefe de las Fuerzas Navales de los Estados Unidos en Europa y norte de África, se lamenta de los incumplimientos de España en materia de inversión en Defensa: «El compromiso de España con la OTAN es del 2% del PIB, pero su inversión en Defensa no alcanza el 0,9%». Los Gobiernos del PP no son ajenos al incumplimiento. Si del presupuesto en Defensa dependiese la continuidad en La Moncloa de los actuales inquilinos, el presupuesto superaría el 10%, como en los regímenes comunistas. El ciudadano español no se preocupa, e ignora que en gran medida, su libertad y su tranquilidad dependen de los militares que velan, por tierra, mar y aire, calladamente, por su seguridad.
«Me considero un militar de los de siempre, leal a las Fuerzas Armadas, pero sobre todo a Su Majestad el Rey y a España, por lo que en el momento de ceder el testigo, os ruego que, a quien me suceda en el cargo, le prestéis el mismo apoyo que me habéis dispensado estos meses, y recordéis que “ante todo España, sobre todo España y siempre España”». Creo que es una bellísima manera de despedirse.
Después de más de 40 años dedicados al servicio de España, el General Alejandre, como tantos otros compañeros, pasará a vivir con una pensión ridícula de acuerdo a sus méritos, diez veces menor a la de un diputado o un senador que en una Legislatura se dedique a no trabajar, a cobrar y a pulsar el botón del voto. Pero esa degradación de la justicia y la recompensa, la tienen asumidas los militares, que jamás vistieron el uniforme pensando en los bienes materiales, porque su vocación de servicio y su entrega a los demás es la norma de su deber y señorío.
Sin apenas conocerlo, despido emocionado a este gran soldado de España, que una vez más nos deja una lección de patriotismo, disciplina y abnegación.
Buen descanso, mi General. Y gracias.