Opinión

La carabina de Ambrosio

Todo vale. La historieta de Mortadelo y Filemón – en este caso, Mortadelo y Filemona-, protagonizada por el preciso ministro Ábalos y la vicepresidente ilegítima de la tiranía venezolana, me recuerda al cuento del examen oral de Medicina en el primer curso. –A ver, señor Alcoceba. Partes del oído-. Alcoceba está pegado. Su compañero le sopla. –Yunque-; -yunque-; -bien Alcoceba. Prosiga-. –Di martillo-; -martillo-; -bien, Alcoceba, prosiga-; -di la trompa de Eustaquio-;- la trompa de Eustaquio-. –De acuerdo, Alcoceba, siga, siga-; - pues como parece que aquí vale todo, prosigo, señor catedrático. La trompa de Eustaquio, el coño de la Bernarda, los calzoncillos de Pi y Margall, la carabina de Ambrosio»…

Mortadelo ha dado siete versiones de su fortuito encuentro- saludo- entrevista con esa señora con nombre de medicamento infantil. Que fue a saludar a un amigo que viajaba en el avión de marras. Que el amigo le dijo que viajaba con él la vicepresidente del Gobierno de Maduro, y que le gustaría saludarlo. Que llamó a Marlaska, y Marlaska le recomendó que no permitiera que desembarcara. Que embarcó en el avión para saludar a la caribeña dama de acrisoladas virtudes, pero que el contacto se limitó al saludo. Que la acrisolada dama, que tenía terminantemente prohibido sobrevolar territorio europeo y pisar suelo español, después del saludo y de treinta minutos de silencio, bajó del avión, paseó tranquilamente por las dependencias de Barajas, pasó de la Terminal 2 a la T-4, y durante este tiempo fue custodiada por la Policía que había recibido la correspondiente orden de Marlaska de permitirle el paseíto. Que no pisó suelo español porque la acrisolada dama se trasladó de aeronave a aeronave sin tocar tierra, es decir, que la aparentemente señora gordita, es de una agilidad asombrosa y cambió de avión impulsándose de forma muelle de una aeronave a otra. Que de pisar tierra, lo hizo en la zona internacional, cuando no hay un metro cuadrado en todo el aeropuerto que pueda interpretarse así. Todo es España. Que Dalcy o Delcy, o como se llame la gentil intrusa, no le exigió que Sánchez se opusiera a la investigación de la financiación bolivariana de Podemos. Que no hablaron de ello. Bueno, que hablaron un poco. Que lo que hablaron carecía de importancia y fundamento, de la educación de los niños y todas esas cosas. Y que la culpa de ese fortuito encuentro la tiene la prensa y los medios de comunicación conservadores, que no entienden nada. Después se ha sabido que los treinta minutos fueron más de cincuenta, y que Ábalos, conocedor de la grave irregularidad, despidió a la invasora con un beso apretado, pero beso de amigo, en la mejilla, si bien ella no pudo soportar la tentación y le dobló el ósculo en la mejilla opuesta mientras le agradecía su promesa de impedir la investigación de los golfos que se han metido en el bolsillo el dinero de los venezolanos. Y el avión despegó hacia Turquía, tranquilamente.

Cuando el presidente del Gobierno es un mentiroso compulsivo, todo su Gobierno se abraza a la mentira para mantenerse en el poder. Sin mentira no hay Gobierno, y el Gobierno es lo primero. Sánchez ha enviado a Ábalos a la nevera durante unos días, porque su ridículo ha sobrepasado los límites establecidos por los propios mentirosos. Como le dijo Sir Samuel Franks, propietario de las «Galletas Franks» a su administrador particular, Oliver Smith: «Señor Smith, mi fortuna la he creado estafando, como usted bien lo sabe, pero ese pequeño detalle no le autoriza a robarme más de lo que tenemos acordado». «Mira Ábalos, yo soy el más mentiroso del mundo, como tú bien sabes, pero eso no te autoriza a intentar ser más mentiroso que yo, y para colmo, haciendo el payaso. Así que, ¡a la nevera!»

Y estamos empezando. Están como chotas, y el que manda mueve la cabeza y vuelan sus coletas. La carabina de Ambrosio o el Gulag de Stalin.