Opinión

Tensión electoral

Los riesgos de un país en tensión electoral permanente es el efecto polarizador o «polarizante». A más procesos más propuestas maximalistas, diferenciadoras y extremistas. Las hemerotecas están llenas de promesas, rasgados de vestiduras y «nunca jamases» que han quedado en nada pero que han hecho un agujero importante en la credibilidad de nuestra clase política. Los tres comicios que se avecinan, a falta de fecha de las catalanas, tienen además del componente ideológico el identitario que ya es el «novamás» para dividir/romper sociedades. No es asunto que preocupe a priori, por desgracia. Se llenarán los periódicos, las radios y las teles de «digos» que cuando se formen los gobiernos, si se forman, se tornarán «Diegos»…y los ejecutivos saldrán a anunciar proyectos a borbotones. El otro mal de nuestra clase dirigente es que cuando consiguen gobernar se pasan el día en desayunos, comidas y «meriendacenas» haciendo anuncios y promesas, como si no gobernaran, tratando de rellenar los espacios con propuestas con poco trabajo previo o directamente vacías. Ahora los proyectos se anuncian, se vociferan sus primeros pasos, se amplifican los debates y quizá alguno entre en vigor. Aquí lo mismo se puede incluir la persecución delictiva de la exaltación del franquismo, la tercera hora de educación física en los colegios de Madrid o, por descender a una cuestión que ha tenido hasta dos votaciones parlamentarias, la eutanasia. Si analizamos lo que ha sucedido en los últimos años podríamos concluir que España es un país en el que los que gobiernan y los que quieren gobernar, la oposición, están más cómodos en estado electoral permanente que cuando se reparten definitivamente las cartas y con estos «bueyes hay que arar». Ante lo que se avecina los primeros sondeos auguran un gobierno independentista en Cataluña, quien sabe si matizado por la presencia de socialistas y comunes. Hasta que no haya elecciones no habrá apoyo de ERC a los presupuestos porque los de Rufián saben que con las cuentas aprobadas se convertirán en prescindibles, más allá de las mesas de gobiernos o de partidos que será la misma mesa. En el País Vasco la única duda es cómo queda el combate izquierda derecha, pero la derecha peneuvista cuenta con la muleta socialista para seguir por mucho que crezca Batasuna. Así que llegamos a Galicia donde no se puede ganar lo que se perdió en las generales… eso sí, perder Galicia para el PP, como partido de gobierno, sería demoledor, por eso conviene dejar nítida la marca Feijóo. Salvo que algunos lo que quieran sea mandar en un partido «zombie». En política lo primero que hay que saber es cuándo estás muerto.