Opinión
Sillón XXL
El simpático empresario catalán Jaime Roures ha contratado al condenado exconsejero del Interior del Gobierno de la Generalidad Joaquín Forn para que aporte su reconocida inteligencia y amor por el trabajo al desarrollo de Mediapro, la empresa audiovisual del independentista de infeliz infancia. Se trata de una exhuberante obra de caridad, por cuanto, según tengo entendido, Forn no figura entre los más avispados golpistas condenados por sedición. El primer esfuerzo económico de Roures no puede ser otro que la adquisición en comercio especializado de un sillón de trabajo XXL capaz de acoger y encajar el inconmensurable trasero de Forn, quizá el más deslavazado por su tamaño del Reino de España, mayor aún que el de Isco. El traspuntín o antifonario de Forn dobla en perímetro y envergadura al de Delcy Rodríguez, la vicepresidente de Maduro, que se ve obligada a viajar con nueve maletas rebosadas de recambios de braguetamen, según se ha demostrado recientemente en el aeropuerto de Barajas. Según el profesor Van Dormster, de la Universidad de Aquisgrán, existen en el mundo alrededor de siete millones de variedades de culo, y más de veintitrés millones de sub-variedades, sin contar los catorce millones de «culos específicos de ejemplares de razas superiores», apartado al que pertenece el protuberante pompis de Forn. En Londres, en una callejuela próxima a la Plaza de Belgravia, muy cerca de su glorioso «pub» «The Granadiers», se ubica la tienda de sillas XXL «The Big Ass» –El Gran Culo–, donde por módico precio se pueden adquirir toda suerte de sillones, butacas y sillas, ora tapizadas en cuero, ora en imitación de cuero, ora en tela, con capacidad suficiente para admitir sin apreturas, nalguiorondas como las de Forn. Roures es hombre detallista y gusta que sus empleados trabajen con todas las comodidades posibles y probables.
Porque Roures, a quien la Guardia Civil considera el gran artificiero del proceso independentista, y el más inteligente de toda la banda, se comporta de manera admirable con sus peones. Ha empezado por Forn, pero en pocos meses puede tener a Junqueras como Jefe de Ordenanzas, a Forcadell de secretaria y a Dolores Bassa de recepcionista, también –supondría el doble del desembolso–, con derecho a un sillón de «The Big Ass». Me ha divertido mucho el texto de Salvador Sostres en ABC, en el que escribe que lo de Roures con Forn es una burla al Estado, como si un condenado por narcotráfico trabajara en sus permisos carcelarios en el cártel de Sinaloa, y que mandar a los condenados golpistas a reinsertarse con Roures es como ingresar a un hijo en una clínica de rehabilitación, y escondida entre la ropa, mandarle la papelina.
Yo me atrevo a interpretarlo de manera diferente. Sostres, que se conoce la política de Cataluña y a sus políticos profundamente, no ha entrado, como escribiría Wodehouse, en los jardines feraces y sonrientes del alma de Roures.
Como diría Madeline Basset, cada vez que Roures se emociona nace una nueva estrella, y su bondad es una encadenada corona de flores y guirnaldas en el cielo. Y una persona así, tan adornada de acrisoladas virtudes, no deja en la estacada a quienes ha utilizado a sabiendas de su innata torpeza.
He sabido, y me duele, que Roures no me tiene simpatía alguna, y que no desea bajo ningún concepto incluírme en su círculo de amistades, que en verdad, es círculo muy reducido, entre perímetro de canica y ombligo. Pero hay que saber sobrellevar las penas y decepciones, y no nublarse en contagios y agravios superables. Es lógico que si Roures, según los investigadores, fue uno de los jefes de la rebelión que Marchena convirtió en sedición, ayude a los más pringados del grupo admitiéndolos en sus empresas. Se trata de una acción benéfica. Aunque con anterioridad a recibir a Forn como empleado, sea vea obligado moralmente a adquirir una butaca de trabajo XXL en «The Big Ass». Y además, queda elegante.
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