Opinión
"El 87,7% de los hogares que habitaremos en 2050 ya están construidos"
La antigüedad del parque de viviendas español supone un lastre medioambiental, pero también una oportunidad para reducir amplios porcentajes de emisiones de CO2 a través de la rehabilitación y la eficiencia energética.
“Podemos decir que el parque edificado es viejo y poco eficiente, o una oportunidad fabulosa para rescatar emisiones de CO2”. Dolores Huerta es la secretaria técnica del Green Building Council España (GBCe), experta en eficiencia energética en la edificación y también en observar la vertiente optimista de, por ejemplo, las oportunidades que ofrece el parque de viviendas español que ella misma retrata con algunas estadísticas: “En España hay 25 millones de viviendas, de ellas el 70% aproximadamente son viviendas principales y el resto son segundas residencias o están vacías o desocupadas. El dato global, en base a las estimaciones del INE, nos indica que el 87,7% de los hogares que habitaremos en 2050 ya están construidos. Además, cabe destacar que el 44% de las viviendas fue levantado antes de 1979”. Este último dato es esencial, ya que pone de manifiesto que, en el momento de su edificación, casi la mitad de las viviendas del país no tuvieron que cumplir con ninguna normativa que “limitara su demanda o consumo energético”.
Pero hay más números relevantes en este rápido repaso para conocer la situación energética residencial y también su recorrido. El de su titularidad es uno de ellos. Casi el 80% es en propiedad contra el 20% el régimen de alquiler. “Este factor es a priori una ventaja, puesto que quien tiene que tomar la decisión de rehabilitar y quien la va a disfrutar es la misma persona”, valora Huerta. Por otro lado, también sabemos que 7 de cada 10 viviendas forman parte de una comunidad de vecinos, frente al 30% de unifamiliares. Aquí, la fotografía complica la rehabilitación, porque de esto se trata, de reformar y rehabilitar, por las dificultades que en muchas ocasiones se dan para llegar a acuerdos en el mundo de la propiedad horizontal.
Las estadísticas también muestran que la calificación energética más habitual entre las viviendas del territorio nacional es E, es decir, la quinta más lesiva para el medio ambiente, y de nuevo ejemplo de ambivalencia. Solo hay dos opciones por detrás, los certificados H y G, pero cinco por delante a las que el acceso es posible, al menos a las más inmediatas, sin necesidad de derruir y empezar de nuevo.
¿Cómo se comporta la vivienda?
Lo primero, como suele ser habitual, es estudiar la situación. “Una rehabilitación energética incluye un análisis pormenorizado del comportamiento de nuestra vivienda para saber cuáles son sus posibilidades de mejora”, explica la secretaria técnica de la organización. Y gracias a este examen se identificarán medidas en la envolvente de la vivienda que, una vez ejecutadas, conseguirán que esta necesite menos energía para calentarse o enfriarse. Por cierto, en el concepto de envolvente se incluyen elementos como la fachada, cubierta, ventanas y suelo.
Después de este trabajo llega el momento de optimizar las instalaciones para encontrar la máxima eficiencia. Por ejemplo, sustituir una caldera altamente contaminante, como las que utilizan carbón o gasoil como combustibles, por otras que emitan menos dióxido de carbono o que basen su funcionamiento en fuentes 100% renovables. Actuar sobre los electrodomésticos, con la compra de aparatos de bajo consumo, también es una medida sensata.
Pero cualquiera de estas medidas lleva un pensamiento asociado, su coste. “Cuando se habla de rehabilitación, y sobre todo de la mejora energética de las viviendas, a menudo se pone la excusa de que es muy costoso, y se le pide a la intervención un periodo de amortización cortísimo. Si lo expresamos de otro modo, igual podemos verlo con otra perspectiva: ¿Cuánto nos cuesta no rehabilitar? ¿Cuánto pagaremos en los próximos años de más por no intervenir en nuestras viviendas?”, se pregunta Huerta en alto, que va más allá: “El precio se determina en forma de dinero, pero también de 'disconfort', pobreza energética, y un cambio climático incontrolable con viviendas no preparadas para sus consecuencias”. Claro que existe una parte no menor de la eficiencia energética de nuestro hogar que es gratis y que depende únicamente de nuestras costumbres y comportamientos. Basta con dedicar atención y esfuerzo a abrir y cerrar ventanas, bajar persianas y toldos y optimizar el uso de electrodomésticos e iluminación eléctrica.
Todas estas posibilidades de mejora chocan con dos contrincantes que se suman al enemigo económico, la falta de información y de concienciación. “En general, los ciudadanos desconocen las posibilidades que tienen sus viviendas de ahorrar energía y dar más confort a sus usuarios, y tampoco saben que su rehabilitación es una de las medidas clave en la lucha contra el calentamiento global”, comenta Huerta. En el capítulo de las convicciones entraría la “cultura de mantenimiento y mejora de los edificios”. Aquí gana la idea de invertir en acabados, mobiliario o conservación urgente, como reparación de goteras o desprendimientos, frente a la realidad de que los hogares se pueden transformar para alcanzar las prestaciones de uno de nueva planta, “pero con mucho menor impacto ambiental”.
Sellos y certificaciones
Muchas veces, tan importante es hacer las cosas como medirlas y calificarlas. En la sostenibilidad de los edificios también pasa, y esto ha llevado a la creación de un buen número de sellos y herramientas con ánimo constructivo, nunca mejor dicho. Aunque en este punto, el documento obligatorio por normativa, el certificado energético, no es el mejor ejemplo. “La administración permite que se hagan certificados 'por defecto'. Es decir, aquellos en los que un técnico dice que como no tiene datos, supone que el comportamiento de la vivienda es el peor posible. Estos certificados a veces se emiten sin visitar siquiera la vivienda, lo cual les resta por completo su valor”, sostiene Huerta.
Otros sellos no obligatorios reconocen la sostenibilidad de los edificios en un sentido más global, “teniendo en cuenta más aspectos que la energía, y más momentos de la vida del edificio que solo su fase de uso. La herramienta de certificación VERDE (desarrollada en España por GBCe) o la alemana DGNB ponen el acento en hacer un análisis de ciclo de vida que garantice el mínimo impacto ambiental y económico, y asegurando el mejor comportamiento del edificio para satisfacer las necesidades de sus usuarios”.
Recientemente, las tres certificaciones más extendidas en nuestro país han aunado fuerzas con la firma de un acuerdo que facilita la formación de profesionales para conocerlas mejor. Gracias a este convenio de colaboración resultará más sencilla la adopción de las metodologías de la Plataforma de Edificación Passivhaus (PEP), Green Building Council España (GBCe) y BREEAM® España y su rúbrica se da en un año clave: todo lo que se construya en la Unión Europea a partir del 31 de diciembre tendrá que cumplir la afirmación de consumo de energía casi nulo.
Esta iniciativa se traducirá a efectos prácticos en la creación de grupos de trabajo conjuntos o el diseño de programas de formación para cualificar profesionales de la arquitectura y de la construcción. De esto se beneficiará la sociedad en general. No en vano, “nuestros hogares, los edificios donde trabajamos, estudiamos o que visitamos son responsables de cerca del 40% de la energía que se consume”, se indicó durante la presentación.
El Ecómetro, una herramienta para todos los públicos
Uno de los valores más destacables del Ecómetro Uso Vivienda, seguramente la más novel de las herramientas para medir la eficiencia energética en el hogar, es su espíritu 'democrático', ya que cualquier persona preocupada por incrementar la sostenibilidad y salubridad de su vivienda puede utilizarla aunque no disponga de conocimientos técnicos.
En un recorrido online, el usuario aporta datos sobre elementos constructivos de su hogar, así como materiales o sistemas de aislamiento, entre otros, y recibe a cambio consejos para reducir el consumo y mejorar la eficiencia del inmueble. El itinerario, planteado en forma de cuestionario, está plagado de píldoras educativas y de sensibilización y dura entre 20 minutos y 12 horas, todo depende de la profundidad que cada uno quiera alcanzar.
Este proyecto ha nacido de la mano de la Asociación Ecómetro y la entidad de banca ética Triodos Bank, pero en su creación ha contado también con la colaboración de actores importantes en el campo de la eficiencia energética y la ecología, como Gesternova, Ecooo, Ecodes, Ecohabitar, Plataforma de Edificación Passivhaus, Ohmia y el Instituto Español de Baubiologie.
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