Opinión
Delcys y cromañones
Seguí con madridista interés la retransmisión del partido Levante-Real Madrid. Y me sentí, no sólo decepcionado, sino avergonzado. Creo que Zidane acertaría si explicara a sus jugadores que se puede disparar a puerta desde fuera del área y que no es necesario rematar a menos de dos metros para que el gol sea válido. Y también acertaría si le demostrara al defensa Carvajal, que tiene menos imaginación que un hombre de Cromañón con problemas de asimilación de saberes, que para conseguir en los centros que el balón se eleve sobre los defensores del equipo contrario, es menester golpear con un toque seco el esférico de cuero por la zona más cercana al césped. De no hacerlo así, el balón no se eleva y el defensor carece de impedimentos para bloquear el pase, el centro o como quieran que sea llamado. Y al mismo tiempo, hora es ya de obligar a Isco a acudir al gimnasio, con la finalidad de reducir el perímetro de sus nalgas, que supera con holgura al de los glúteos de la vicepresidente ilegal de Venezuela, doña Delcy Rodríguez, hasta tal punto de confusión, que se empieza a dudar si la persona con la que charló el mentiroso de Ábalos, era Delcy o Isco.
El Real Madrid, ha perdido cinco puntos en dos partidos, ha sido eliminado de la Copa del Rey, y parece que, nuevamente, desprecia con indolencia todo campeonato que no sea la Liga de Campeones. Los piperos y forofos encendidos, los incondicionales de la cosa, defenderán siempre -muchos son los periodistas deportivos abonados al poder establecido-, al imaginativo y corajudo defensa de Cromañón, y al insuperable destructor del juego ofensivo del mediocentro culón de Arroyo de la Miel, si bien, todo es posible, entre el madridismo independiente se comenta que fue Delcy Rodríguez y no Isco, quien saltó al terreno de juego de titular con evidentes y visibles escorzos de esfuerzo para agacharse posteriormente con el fin de inmortalizar su alineación en la fotografía del equipo. Su barba yihadista ha desaparecido, y mi amigo venezolano exiliado Oscar Rubén Martínez Harrison, fue el que me alarmó al notificarme la anomalía. «Delcy está paralizando el juego de ataque del Real Madrid». Se marchó Delcy, entró Valverde a falta de diez minutos –Zidane es un entrenador que no necesita más de 80 minutos para reconocer que se ha equivocado-, y el juego del Real Madrid experimentó una notable mejoría. Minutos antes, un jugador del Levante, que se conocía el reglamento, metió un golazo de volea desde el borde del área del Real Madrid, sin respeto alguno, sin abusar de pasecitos y toquecitos propios del amariconamiento futbolero de los blancos. Nada tengo contra nuestros antepasados, los hombres de Cromañón. Admiro su coraje y valentía en la caza de los mamuts, cuya carne comían con voracidad y su piel cubría a las mujeres y niños en el largo invierno. Pero ello no justifica la titularidad permanente y obsesiva de Carvajal, según mi modesto entender. El Barcelona, que anda en tinieblas directivas y escándalos diversos, ya ha superado al Real Madrid. El piperismo, en el caso de que los blancos eliminen al City del confuso Guardiola, se sentirá orgulloso. No comparto ese orgullo. El Real Madrid no puede tirar la Liga a la basura. Marcelo, tan ensalzado, está más orientado hacia el carnaval de Río que a otras misiones. El fútbol del Real Madrid es tan obvio como aburrido. Y por lo tanto, no es el fútbol del Real Madrid, sino otra cosa que no me atrevo a calificar. Pero con Delcy y el cromañón no tenemos excesivas probabilidades de triunfo. Y para colmo, se lesiona de nuevo Hazard y Benzemá no la mete –con perdón-, ni con vaselina. En mi opinión, y fuera de influencias internacionales y antropológicas, ni Delcy ni el último ejemplar del Cromañón, están obligados a torturarnos con sus limitaciones. El «Barça» ya nos supera, y el Real Madrid, para remontar, tiene a Lucas Vázquez. En fin, que no sigo porque me condenan por mi amor al Real Madrid, ese lujo del fútbol mundial entregado a la vulgaridad.
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