Opinión
Mentir
Una juez federal de Washington acaba de condenar a Roger Stone colaborador y asesor de Trump a tres años y cuatro meses de prisión por «mentir al Congreso», junto a otros cargos, entre ellos el de intimidar a un testigo. El cuarto y último fiscal –los tres anteriores se apartaron del caso por presiones de la propia administración Trump– pedía entre siete y nueve años. Aparte de reconocer su valor, resalto una frase contenida en la sentencia de la Juez Jackson que merece ser grabada en letras de bronce: «La verdad todavía existe y la verdad todavía importa. La insistencia de Stone de que no importa, su beligerancia, su orgullo y sus propias mentiras, son una amenaza para nuestras instituciones más básicas, los cimientos de nuestras democracias». Roger Stone se mantuvo en silencio ante la Juez. Pero fue despedido con gritos de «traidor».
Ya imagina el lector por dónde van los tiros: «mentir al Congreso». Aquí en España la Juez, que ha demostrado ser valiente, que honra la independencia del Poder Judicial, no daría abasto. Porque la mentira se ha adueñado de nuestra vida política vestida de «lo políticamente correcto», en que repetida con insistencia acaba considerándose media verdad («cuando el río suena») y en que los intentos por llegar a esta «verdad que existe» de Jackson, acaban desvaneciéndose.
Rudyard Kipling (1859-1936) , dedicándole un bello poema a su hijo (1) camino de convertirse en un hombre con valores, le prevenía a ser capaz de «escuchar la verdad que has hablado, hecha trampa de pícaros para engañar incautos».
Carmen Posadas (2) llama acertadamente «la caducidad de las mentiras», al saber aguantar y esperar que escampe. Y si a esta caducidad se une la desmemoria, el pronto olvido de nuestra sociedad por sobredosis de información o por falta de formación, nos exponemos a una «perversa forma de tiranía» que bien han descubierto nuestros actuales gobernantes. Pícaros ante incautos, manejan a su interés «la obsolescencia programada de sus mentiras, junto a las enormes ventajas de nuestra amnesia colectiva», reitera Posadas.
Pablo Sebastián (2) nos recordaba recientemente como promesas y compromisos pronunciados antes de las Elecciones del pasado 10 de Noviembre se desvanecían en cuestión de horas a partir de aquel mismo día. Del penalizar un referéndum ilegal, no pactar con Podemos, BILDU o ERC; asegurar el cumplimiento íntegro de las penas de los golpistas o traer a España a Puigdemont, se pasó a coaligarse con los ambiciosos morados, anunciar una reforma del Código Penal para beneficio de los golpistas, crear mesas de diálogo bilateral «estado a estado», entregar la gestión parcial de la Seguridad Social, ablandar las políticas penitenciarias en claro insulto a la sentencia del Tribunal Supremo o con ninguneo al dolor de las víctimas de ETA. «Sánchez, no solo mintió a los españoles sobre lo que dijo que no haría o lo que si haría –resume Sebastián–, sino que al final ha hecho todo lo contrario de lo que prometió».
Quizás aquí la Juez Jackson no entraría. Sabe lo que son las campañas electorales. Pero muchas de estas mentiras fueron ratificadas en sede parlamentaria tras haber prometido –muchos de ellos no quieren entender lo que es jurar– «guardar y hacer guardar la Constitución». Y «aquí la verdad sí importa», repetiría la Juez, que ha sufrido presiones de su propia administración, pero que se siente respaldada y respetada por su sociedad. Quizás sea la mayor aportación que hizo el protestantismo al cristianismo: este respeto a la verdad, la intransigencia con el mentir.
Nada nuevo. Los postmodernos se defienden: «como me creo lo que invento, no me parece que miento». Y un clásico como Juan Ruiz de Alarcón (Taxco. 1581-1639) en «La verdad sospechosa» ya nos aconsejaba «ser discretos con la verdad dicha por alguien que suele mentir y prudente con las mentiras de quienes suelen decir la verdad» poniendo en boca de su protagonista: «¿qué importa que verdad sea, si el que la dice sois vos?»
¡Cómo puede extrañarnos la desazón en que vive parte importante de nuestra sociedad, en medio de esta trampa de pícaros para engañar incautos!
¡Cómo se puede cimentar la confianza y la seguridad que un pueblo debe depositar en sus Instituciones, si sus propios responsables las transgreden!
¡Cómo se pueden violar sistemáticamente promesas electorales o de «guardar y hacer guardar la Constitución» tan a la ligera y sin consecuencias!
¡Si el mentir se traslada de la política al grueso de nuestra sociedad, ya podemos pedir pasaporte para expatriarnos. Dudo que los que nos mienten quieran hacerlo a Venezuela, pero siempre es una opción!
¡O llegará el día en que deberemos despedirlos como a Stone!
(1). «If»/ (2)El Semanal.23 de Febrero 2020./ (3) El Manantial. República.com. 20 Febrero 2020
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