Opinión

Elogio de la sencillez

Si algo me escandaliza de la España de hoy, es la falta de criterio de la ciudadanía cuando se trata de criticar a Sánchez. El pasado lunes viajó a Galicia, ya en período pre-electoral. Y lo hizo en su avión, que para eso es el presidente del Gobierno. Y como está amenazado por Trump, se hizo acompañar por más de cincuenta personas responsables de su seguridad. Está demostrado que con menos de cincuenta escoltas, su integridad física correría un grave riesgo. Y a pocas decenas de metros del «Falcon», le aguardaban once vehículos, entre coches y furgonetas para reforzar la protección de su comitiva. ¿Qué pretenden los críticos? ¿Qué le aguarden sólo diez vehículos? Once coches es el número mínimo aceptable. Sánchez desembarcó del avión, y con una tranquilidad encomiable, a pesar de la amenaza de Trump, anduvo hasta el vehículo presidencial con arrogante sosiego, como diciéndole a Donald, «¡A ver si te atreves!». No entiendo las opiniones adversas que pretenden descalificar su coraje y sencillez. Para colmo, y con el fin de no derrochar el dinero público, renunció a ser acompañado por su esposa, nuestra «First Lady», que estaba dispuesta a compartir el peligro con su marido a pesar del cansancio que llevaba encima, porque su último viaje a África con el IE resultó agotador. El viaje africano tuvo lugar en septiembre, pero ya se sabe lo mucho que desgasta la resistencia física una visita de ese tipo.

Sánchez ocupó su lugar presidencial, el sitio de Yo en su coche, e invitó, con la sencillez y campechanía que acostumbra con sus inferiores, a sentarse a su lado al pangolín, que no le deja sólo ni para dormir la siesta. Esa capacidad de volcar su cortesía con los subalternos, es una muestra más de la sencillez y calidad humana de nuestro presidente del Gobierno. Los detractores profesionales hablan y no paran de los gastos que conllevan estos viajes imprescindibles de Pedro Sánchez. ¿Existe algún presidente del Gobierno en el mundo occidental que renuncie al avión, a cincuenta agentes de seguridad y once vehículos aguardando su llegada a un aeropuerto que puede ser bombardeado con alevosía por orden de Trump?

Se lo dijo la agotada «First Lady», doña Begoña al despedirse en La Moncloa. –Antes de bajar del avión, mira al cielo, Peter, y cerciórate de que no hay aviones enemigos-. Sencillez, sentido del deber, cumplimiento ejemplar de sus deberes y muestra de valor sin límites. Porque, no haciendo caso a su esposa, Sánchez desembarcó sin cerciorarse de nada.

Se cuenta de una señora de mucho dinero que ocupaba la popa de su barco al arribar a una cala ibicenca. Se cubría del sol con una sombrilla «multicolor de muchísimos colores». Y un marinero le solicitó permiso para soltar el ancla. Ella, sencilla de Dior, como la «First Lady», y santa como Teresa de Calcuta, le concedió el permiso con una sóla condición: «Puede echar el ancla, Toméu, pero previamente, cerciórese de que no hay buzos en el fondo». Cumplidamente cerciorado, Toméu soltó el ancla sin que hubiera daños personales en la familia de los buzos, tan abundantes en los fondos de las Pitiusas.

Creo que tenemos –los españoles-, la obligación de serenarnos y opinar más desde la reflexión que del antagonismo ideológico. Bastante mal lo está pasando el pobre, obedeciendo a Torra e Iglesias, para añadir más dolor e inquietud en su agrietado ánimo. Tampoco cuesta tanto un vuelo a Galicia, el desplazamiento de cincuenta escoltas y el uso de once vehículos en una comitiva presidencial. Sencillez, sentido del ahorro, respeto por el dinero público y resistencia frontal al abuso son cualidades que Sánchez atesora. Es muy fácil criticar a la gente sencilla, a quienes llevan, invisible pero presente sobre sus cabezas, la aureola de la humildad. Y sin aspavientos ni temores a un imprevisto ataque de Trump, que ya sabemos cómo las gasta. Ejemplar Sánchez.