Opinión
Una tos
Tenemos nuevo estigma a la vista haciendo tambalear toda la producción de empatía que debe cimentar la civilización. Una tos se ha convertido en una luz roja, en el botón del pánico, en la sirena acústica que informa de un peligro inminente. Una tos se ha estigmatizado tanto que quien osa toser, aunque sea por un proceso asmático, un tic nervioso o por un inoportuno atragantamiento, es mirado como si fuera un terrorista, un depredador, una amenaza mundial o un rottweiler en celo. Y no digamos si al estigma de la tos se le añaden otros, como unos rasgos faciales orientales o un acento italiano. Entonces, hay que dar gracias de no estar en China donde a los sospechosos de albergar el Covid-19 en su organismo los llevan en volandas como si fueran narcos en manos de agentes de la DEA.
Como sucede desde que el mundo se ha convertido en una realidad viral y virtual, la desinformación reina en un mundo globalizado. Cuando se supone que tenemos todos los medios a nuestro alcance para estar más informados que nunca, es cuando una mala información en forma de bulo o un exceso de ella para alimentar espacios en los medios abonan la paranoia, el miedo, el pánico, la histeria, la confusión y la locura. Infodemia– sobreabundancia informativa falsa de rápida propagación– lo ha llamado la OMS. El miedo es libre, pero toser también lo es. Y no perdamos de vista a los alérgicos que ya estamos en pleno proceso sintomático: ojos llorosos, estornudos, tos seca y dificultades respiratorias. Habrá quien nos tosa.
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