Opinión

De Simón a Pedro

La semana pasada terminaba esta columna con un «necesitamos un Gobierno que nos diga la verdad de lo que tenemos y lo que nos espera». Una semana después todavía seguimos esperando pero por las medidas que se van adoptando lo que tenemos asusta y lo que nos espera todavía más. De nada ha servido esa «oficina de Estrategia a la largo plazo» porque la realidad no da plazos y se ha merendado la más mínima previsión. Más allá de cuestiones sanitarias esta propagación del coronavirus ha puesto de manifiesto que la arquitectura gubernamental no es operativa. En cuestión de horas hemos pasado de que esta crisis pivotara sobe el Director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias a que saltara directamente hasta el Presidente del Gobierno y con el Ministro de Sanidad como elemento complementario sin saber de la infección y sin ser el hombre que tomara las decisiones políticas y administrativas. Salvador Illa lleva días con la «contención» a la que ahora se dedica a poner apellidos. El lunes nos enteramos de que hace 15 días que el Gobierno viene trabajando en un plan del que no sabemos nada y del que no sabía ese mismo día, por ejemplo, la Vicepresidenta de Economía…o si lo sabía calló en la presentación de un interesantísimo libro, «Mujeres y Economía. La brecha de género en el ámbito económico y financiero». Se ha demostrado que las cuatro vicepresidencias no son operativas para la coordinación de crisis. Por eso ha dado el salto hasta la Presidencia que es lo que cualquier manual de gestión de crisis desaconseja porque es la última instancia y hacen falta cortafuegos. Está claro que la crisis pre 8M ha destrozado la coordinación. Eso sí que nadie se crea que el Consejo de Ministros votó la ley Montero a ciegas y como acto de fe, que los muchos jueces del gabinete hayan puesto el grito en el cielo y hayan llenado los márgenes de observaciones es porque la leyeron. Las malas relaciones entre la Ministra de Igualdad y la Vicepresidenta Primera, el afán del Vicepresidente social de horadar a Carmen Calvo y la ausencia de una figura aglutinadora por debajo de Sánchez han llevado a ese inmenso error estratégico que es poner al Presidente al frente de la crisis. Completado el despropósito con ese videoclip con musiquita de sala de espera en el que llega a Sanidad y se sienta a la mesa, tan innecesario como ridículo. La acumulación de Ministerios y Vicepresidencias ha ralentizado la capacidad operativa del Ejecutivo y eso no se puede solucionar con un equipo hipertrofiado en Moncloa. Porque ese equipo puede aportar a la maquinaria administrativa estrategia, papeles, manejos, ruido…pero la cara es la del Presidente quien va a sufrir todo el desgaste.