Opinión
Un pintalabios rojo
Escribo este artículo diez minutos después de conocer que La Feria de libro de Madrid aplaza su edición hasta el mes de octubre. Lo sé, a cada uno le duele lo suyo: el turismo, el cine, el deporte, la televisión, el comercio, la publicidad, la bolsa, los medios, el transporte, la medicina, los teatros, los estudios, los museos… Todos tenemos nuestro pellizco; yo misma no sé si dentro de 15 días se publicará mi nueva novela o tendremos que aplazar su lanzamiento. Todos tenemos un punto débil por el que sangramos y un ombligo al que mirarnos, pero todos estamos en el mismo cuerpo atacado por un maldito virus que solo podremos matar entre todos.
No sabemos cuánto durará esta reclusión entre voluntaria e impuesta pero, desde luego, responsable. Nos han hecho polvo, pero no es el fin del mundo. Nos han desbaratado planes, trabajos, amores, viajes, oportunidades, negocios; nos han desarmado un presente/futuro que teníamos protegido. Pero ya está hecho. No sirve de nada lamentarnos ni flagelarnos. Seamos prácticos y tengamos perspectiva, aunque duela tan solo de imaginar el contemplarla. ¿Saben cuál es el producto más demandado durante las crisis económicas, bélicas y sociales? El pintalabios rojo: inspira fuerza, confianza y coraje. Elijan el color y el objeto que empuñar para resistir. Les decía antes que a cada uno le aflige lo suyo y se acoge a lo propio para remediarlo. Allá voy: abrácense a un libro. Solo contagia cosas buenas, de esas que resisten cuarentanas. Tendrán la cabeza ocupada y vivirán las cosas que la realidad les cohíbe. Recuerden a Nietzsche: tenemos el arte para no morir de la verdad. A sobrevivir.
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