Opinión
Fronteras y traiciones
Las tierras a lo ancho de una larga línea de fronteras terrestres y marítimas han servido de escenario para numerosas traiciones y dolorosas incoherencias. Línea que comenzando en la frontera turco siria, sale después al Mediterráneo por el Líbano, recorre Israel y el Sinaí egipcio para alcanzar la sufriente costa libia y seguir hasta Túnez, Argelia y Marruecos.
El pasado Octubre el Presidente Erdogan forzó a los norteamericanos a retirarse precipitadamente de la franja oriental de la frontera sirio-turca, abandonando de paso asentamientos, municiones y equipo –en algo que parecía una huida– traicionando a sus aliados kurdos que le habían ayudado en su lucha contra el Daesh. Más hacia poniente de este triste y precipitado escenario se encuentra la provincia de Idlib. En una Tribuna del 29.09.2018 (Siria: la hora de la verdad) –hace pues ya dos años y medio– pronosticaba que esta zona iba a ser decisiva para la resolución del conflicto sirio. Por aquella fechas Rusia y Turquía firmaron en Sochi –dentro del proceso Astaná– un acuerdo para desmilitarizar una franja que rodeaba la bolsa de Idlib donde se refugiaban cerca del millón de desplazados junto a terroristas del Hayat Tahrir al Sham, rama de al Qaeda. Todos ellos, adicionales a la población autóctona. Para protegerlos, los turcos establecieron finalmente 18 puestos de observación a lo largo de esta estrecha franja. Recientemente, las fuerzas del Presidente Assad han lanzado una ofensiva para recuperar Idlib –único territorio que les falta– contando con un significativo apoyo aéreo de los rusos que en la práctica están renegando del acuerdo Putin-Erdogan. Al menos tres de esos puestos están actualmente cercados habiendo sufrido los turcos apreciables bajas. Quizás –ahora que los americanos han desaparecido casi por completo de Siria– es la ocasión para que el Presidente Putin muestre sin disimulo que su apoyo al Sr. Assad es prioritario; y de paso cobrar alguna factura pendiente como la del derribo el 24.11.2015 de un avión ruso por F-16 turcos. La ofensiva siria junto a la ocupación turca en Idlib y su correspondiente chantaje a la Unión Europea (UE) puede provocar un éxodo masivo de refugiados. Uno de los dos bandos deberá ceder y probablemente sean los turcos los que tenga que retirarse de Idlib y quizás también en Afrin (más al norte). Puede que incluso de la faja oriental que arrebato a los kurdos que se vieron obligados a pactar con las fuerzas de Assad para sobrevivir ya que Putin no se va a retirar tan fácilmente como lo hizo Trump y alega –con un cierto cinismo– que lo único que hace en Siria es combatir a los terroristas islamistas. Conviene no olvidar que Turquía –que está sola en esta aventura pese a los apoyos verbales occidentales– y Rusia han sido adversarios históricos; y que las razones geopolíticas no cambian fácilmente. Solo les unía el antiamericanismo.
También el Mediterráneo oriental está siendo testigo de unas reclamaciones turcas desorbitadas de aguas económicas que están creando tensiones especialmente con Grecia. La división de Chipre tiene consecuencias muy serias especialmente con relación a los derechos de explotación marítima del gas natural. A través de la pertenencia de Grecia y Chipre a la UE, los restantes miembros estamos potencialmente involucrados en dicho conflicto.
La UE parece sentir la urgencia de hacer algo en la guerra civil libia –quizás como consecuencia de la mala conciencia por nuestra fallida intervención del 2011– y está organizando una operación marítima para reforzar el embargo de armamento hacia Libia. Esta operación –como se está diseñando– está abocada al fracaso, pues un bloqueo para tener efectividad debe ser integral. Es decir ejecutarse por tierra, mar y aire. El armamento, que por vía aérea y a través de la frontera terrestre con Egipto abastece a las fuerzas del General Hafter (LNA) hace que una hipotética interdicción marítima solo pueda dar resultados muy modestos. Por otro lado, esta operación puede provocar un enfrentamiento directo con Turquía que tiene que recurrir forzosamente a la vía marítima para apoyar al bando de Trípoli (GNA). Nuestro gobierno estará probablemente motivado para participar en esta iniciativa europea –al estar promovida por el Sr Borrell– pese a que el probable enfrentamiento con Turquía contradice el despliegue que mantenemos de un destacamento de misiles Patriot en Incirlik. Despliegue que intenta demostrar una solidaridad OTAN con Turquía que no existe. Los españoles estamos siendo manipulados políticamente para mantener esta misión. Confiemos en que la urgencia de la UE en demostrar que reacciona en Libia no se haga a costa de montar una operación militarmente inútil.
Argelia y Marruecos ya han dado pruebas de que aprovechan la oportunidad que les brinda la falta de una política coherente española para el Magreb, aumentando unilateralmente sus reclamaciones de zona económica exclusiva a costa de nuestras aguas en Baleares y Canarias. Nuestro actual gobierno –dedicado casi exclusivamente a hacer juegos malabares con los independentistas catalanes y a una demagogia de consumo interno– tiene prácticamente abandonada la acción exterior y de seguridad. Este grave error, especialmente con un Oriente Medio y norte de África en ebullición, tendrá pronto consecuencias domesticas negativas: inmigraciones masivas y probable aumento del terrorismo islámico. Las traiciones y las incoherencias de muchos actores a lo largo de esta convulsa línea pronto pasaran factura.
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