Opinión

El crédito y la opinión

«Aquí, en fin, la cortesía/el buen trato, la verdad/la fineza, la lealtad/el honor, la bizarría/el crédito, la opinión/la constancia, la paciencia/la humildad y la obediencia/fama, honor y vida son». Mejor no podía decirlo Calderón de la Barca. Y aunque se refiriese al ejército del siglo XVI, hoy es válido para esta legión de sanitarios, uniformados, voluntarios y múltiples servicios, que permiten que esta sociedad siga viva. Sociedad, que en momentos de crisis como los actuales, mira a sus dirigentes, asume sus decisiones, basa en ellos sus expectativas, las de sus padres y las de sus hijos.

No es momento de tirar hoy piedras contra todos nuestros dirigentes, aunque señalados personajes incrustados en nuestra vida pública, no encuentren más razonamientos que las pedradas.

Pero otros asumen sus responsabilidades con esfuerzo y en cierto sentido maduran, se van formando dentro de la dificultad, una asignatura que no habían aprendido ni practicado hasta ahora, cuando no distinguían bien los conceptos de mandar y servir. Porque no es que no hubiesen vivido una guerra, es que tampoco vivieron la posguerra y tiempo les ha faltado para renegar de la Transición que tampoco vivieron. Lo encontraron todo hecho. Solo era cuestión de criticar, desmontar, incluso destruir, para acceder al poder. Así se explica que un miembro del Gobierno descubra y alabe en comparecencia pública, inoportuna, reiterativa, innecesaria y egocentrista, que Margarita Robles era muy sensible a los problemas de los sin techo. Como si el hecho de ser ministra de Defensa conllevase la condición de pensar únicamente en guerras, conflictos, misiles o bombas. No había pasado este nuevo rico de la política de segundo de BUP cuando la ministra Robles ya había enterrado a media docena de compañeros de la Magistratura y conocía de sobra lo que era la guerra de la Guardia Civil, la Policía y el CESID de entonces, contra ETA.

Centrado en el momento actual, me vienen a la cabeza dos pensamientos. El primero es del general MacArthur: «La historia de los fracasos en la guerra puede resumirse en dos palabras: demasiado tarde». El segundo es de Juan Ruiz de Alarcón que pone en boca del personaje de su obra «La verdad sospechosa» estas palabras: ¿Qué importa que verdad sea, si el que la dice sois vos? ¡Crédito y opinión!

Y aquí entro en el terreno del liderazgo necesario para conducir a una sociedad en una crisis tan grave como la actual. Porque no hay crédito cuando no ha habido capacidad de prever, constatada por escrito desde el 23 de enero en el Congreso –José Ignacio Echániz– la preocupación por medidas a adoptar cuando ya se conocía la tragedia de Lombardía; cuando se autorizaron las masivas manifestaciones del Día de la Mujer; cuando al más puro estilo bolivariano –por supuesto consumimos menos carburantes– se presenta en reiteradas horas de televisión, lo que Giuseppe Conte dijo en 7 minutos a los italianos; cuando las hemerotecas nos recuerdan los duros calificativos lanzados al Gobierno de Rajoy por los dos –sí, dos– casos de ébola: «Desvergüenza, desamparo, desgobierno, desinformación, descontrol, descoordinación». En otro lado los del «España nos contamina» montan peregrinaciones a Perpiñán un 29 de febrero cuando ya había hospitalizados en Barcelona por el virus. ¡Ahora ha comprobado el presidente del Gobierno la mala calidad del barro en el que hincó sus pies!

Creo que si nuestros dirigentes y responsables políticos pensasen más en las generaciones que nos siguen que en las próximas elecciones autonómicas, las mesas bilaterales o las formas de debilitar al Estado, mejoraríamos. Tengo la impresión de que algunos de ellos se sienten dueños y propietarios de la sociedad, como en tiempos del derecho a pernada. Va a resultar que son más maduras estas generaciones jóvenes que aceptan disciplinadas las medidas cautelares que les llegan vía sus padres y profesores, que las cargadas de títulos –y de odios– que llegaron a su actual situación montados en las cansadas espaldas de sus abuelos y padres.

¡Suerte que hay líderes en los hospitales, en los retenes de ambulancias, en la Guardia Civil, Policía y Fuerzas Armadas que han hecho de la disciplina abnegación! Hay líderes en fábricas y en empresas y en la propia escalera de vecinos; líderes desconocidos, que atienden a personas solas o que llevan resignados en casa síntomas de la enfermedad evitando dar mayor trabajo a los hospitales.

No sé cómo lo va a materializar Tezanos en la próxima encuesta del CIS. ¿Recogerá otra vez las críticas de Podemos a Amancio Ortega por el especial y eficaz trabajo de Inditex en dotar de material a los hospitales? ¿Se atreverá a comparar como le valoramos, respecto a líderes políticos? ¿Será capaz de recoger el «crédito y opinión» que concedemos a quienes nos gobiernan?