Opinión

Salvación nacional

No descubro nada si manifiesto que ante la grave crisis que vivimos, el sistema presenta importantes fisuras y no solo fallos humanos. No quiero echar más leña al fuego. Y si miro hacia atrás, es solo para poder afrontar el futuro pensando en nuestros hijos y nietos. Porque si de esta no aprendemos y vamos al «sálvese quien pueda», es que merecemos lo que tenemos y estamos condenados a ser estúpidos de por vida.

¿Por qué no hemos reaccionado como en Corea del Sur? Sencillamente porque parte de nuestra sociedad ha abandonado los conceptos de disciplina, de cultura del esfuerzo, de honestidad en el trabajo y en las relaciones sociales. La hormiga frente a la cigarra. Corea además aprendió del Síndrome Respiratorio Agudo, de la gripe porcina y del Síndrome Respiratorio de Oriente Medio, creando un eficaz Centro de Control y Prevención (KCDC). Sumando factores individuales y sociales, hoy decimos de ellos con envidia: han parado la pandemia y no la economía

¿Nosotros? Nos dimos y refrendamos una Constitución descentralizadora. Y en un devenir discutible, se fueron poco a poco transfiriendo competencias, unas veces «café para todos», otras extraídas con fórceps por comunidades de gobiernos nacionalistas, más preocupados por su deriva independentista que por servir con eficacia a sus conciudadanos.

Y como sentenció Publilio Siro: «Cuando el mar está en calma, todo el mundo puede ser timonel». Ya hubo que sostener firmemente el timón en tiempos revueltos ante una crisis económica que exigió nacionalizaciones de banca, controles y ayudas europeas, es decir, medidas centralizadoras del propio Estado, por encima de particularidades autonómicas. Y pasaron pandemias a distancia, como nubarrones de verano. Y fuimos cigarras.

Vueltos a la normalidad, se siguieron drenando competencias del Estado ante la necesaria formación de justísimas mayorías con votos nacionalistas, fundamentales para consolidarlas. Esta progresiva desarticulación afectó de lleno a algunos ministerios como el de Cultura que quedó para «bodas y bautizos» y alguna gala como los Goya, que sirven para drenar hasta los posos, sus escasos recursos. En la otra cara de la moneda, Defensa se mantuvo lógicamente centralizada y a pesar de la reducción de presupuestos, ahora se comprueba que es de fiar, que las Fuerzas Armadas constituyen un pilar fundamental al servicio de la ciudadanía. Interior se mantiene, aun con fisuras importantes como las diferencias salariales, la cesión de competencias en Navarra por presiones de la proetarra Bildu, o el traspaso de competencias sobre Prisiones en Cataluña.

Sanidad quedó a medio camino, con competencias muy diluidas y como distribuidor de normativas europeas, respecto a las Consejerías de Sanidad de las Comunidades, exceptuando Ceuta y Melilla. Y lo que es bueno por llevar un servicio esencial como la Sanidad a la proximidad del ciudadano, se ha convertido en obstáculo, cuando quien debe tomar las riendas por fuerza mayor asume parte de sus competencias. Ha fallado el «músculo administrativo ministerial», casi sin respuesta, con calambres, por no haberlo ejercitado durante largo tiempo. Imagino la escena: «El Gobierno acaba de concedernos 240 millones para compras de material», dirá el Ministro, antiguo Alcalde de La Roca del Vallés que debe conocer la Ley de Contratos de las Administraciones Públicas. ¡Es urgente! Y empieza un calvario de licitaciones, de publicidad y transparencia (BOE y BOUE), de plazos de entrega, mesas de contratación, plicas, actas, recursos y suspensiones cautelares. ¡Es urgente, insistirá!. Y le endosan test no homologados o le hablan de semanas, meses, de plazos de entrega.

Las Comunidades, más rodadas, tiran de propios trámites de urgencia y de sus proveedores habituales. Y no dudan –tanto en el PP como en el PSOE– en fletar aviones de carga y comprar en Shanghai o en el infierno. Priorizan la atención ciudadana, por encima del más lento carril de las decisiones gubernamentales. Porque, seamos honestos, esto viene de lejos y la culpa no es de los actuales gestores del Ministerio. Siento no poder decir lo mismo del Gobierno.

Mañana, será necesario reconsiderar transferencias y protocolos para dejar claro ante crisis venideras, como se coordina el papel centralizador del Estado con la ejecución descentralizada de las comunidades. Todo, menos el egoísta «sálvese quien pueda» y echarse las culpas. Porque parte de estas, corresponden a pillos y corruptos que obligaron a diseñar una legislación sobre contratación, rígida, basada en la desconfianza, burocráticamente asfixiante para el gestor responsable y honesto, palo en las ruedas ante emergencias como la actual.

Todo esto hay que recomponerlo. La Cámara que deberá afrontarlo es el Senado al que también hay que convertir en eficaz Cámara Territorial. Para ello hace falta no solo la voluntad política, sino la de toda la ciudadanía. Solo un Gobierno de Salvación Nacional –no basta de Concentración– podrá asegurar el salvarnos todos.