Opinión

Los pactos de La Moncloa

Resulta paradójico y a la vez dramático que tuviéramos que vernos afectados por esta tragedia en forma de pandemia para que nuestro presidente de Gobierno haga un llamamiento a la unidad sobre la base de la recuperación de un instrumento de consenso y diálogo como fueron los Pactos de la Moncloa, necesarios ya mucho antes de esta tragedia. Un acuerdo político, social y económico de esta naturaleza lo primero que requiere es de un gran líder político que tenga la talla suficiente como para saber capitanear semejante proyecto, tal cual lo fue el presidente Adolfo Suárez, y en segundo lugar de otra condición previa, avanzar hacia posturas de centralidad para poder contar con los más distantes. Recordemos que el presidente Suárez consiguió en 1977 un paquete de reformas tras una negociación que logró concitar el consenso de todos los grupos parlamentarios (PSOE, PCE, Alianza Popular, nacionalistas catalanes y vascos). La pregunta es si se dan ambas premisas en estos momentos. Los líderes políticos de la época fueron conscientes de que ningún partido por sí solo tenía la fuerza suficiente para sacar adelante las reformas necesarias de modernización ante la complicada coyuntura que atravesaba España a nivel económico y que amenazaba con desestabilizar el proceso político ya iniciado, y de esta necesidad nació el consenso y la unidad suficiente como para conseguir aquellos acuerdos en forma de pactos que tanto tienen que ver con el posterior desarrollo de nuestro país. La unidad solo se puede pretender desde la lealtad y de la recíproca renuncia a postulados ideológicos para converger y buscar las medidas adecuadas para sacar a España, primero de la crisis de salud pública que estamos padeciendo y después de la crisis económica y social en la que nos vamos a sumir. Viendo a algunos miembros del actual Gobierno explicando por ejemplo lo que es un ERTE y cómo justifican la prohibición de despidos por causa de fuerza mayor ante el cierre de actividades económicas a causa del Covid-19, mucho me hace dudar sobre la posibilidad de sentar unas bases sólidas para alcanzar los tan deseados como necesarios acuerdos. Desde la radicalidad es imposible buscar consenso alguno, y observando como algunos de forma deleznable tratan de imponer sus modelos de sociedad sobre la base del dolor y sufrimiento, se antoja extremadamente difícil.