Opinión

Curriculum inmune

La perplejidad que la pregunta sobre incluir la inmunidad al coronavirus en el curriculum cinceló en el rostro del doctor Pedro Simón, es la mejor respuesta a esta barbaridad. La salud, y mucho menos una inmunidad cogida con pinzas, no es ningún mérito, ni muestra ninguna valía, ni certifica destreza ni prueba cualidad profesional. No es un título, ni un honor, ni un cargo ni una virtud. Es como detallar que has superado un cáncer, que tienes anticuerpos VIH o que tuviste problemas con las drogas. Sería como especificar el Rh, el grupo sanguíneo o la información genética. Desconozco a quién se le ocurrió esta locura, ni quién la secundó, ni quien la admite si es que alguien lo ha hecho; espero que no, aunque la confianza en la condición humana no siempre gana enteros en una circunstancia de crisis universal como la que estamos viviendo. La desesperación, como el miedo, es libre, pero también es un terreno abonado para la locura, para acciones irracionales y comportamientos deleznables, seguramente impensables en una situación de normalidad. Va contra la dignidad de la persona, contra su más profunda intimidad. No es normal, ni moral, ni ético, ni siquiera creo que sea legal. Es discriminatorio, contraría cualquier criterio de igualdad y, sobre todo, es un peligroso precedente que se nos puede ir de las manos como se nos va un maldito virus. Se propaga silenciosamente, poco a poco, hasta que ya esta tarde para contenerlo y la excepcionalidad se convierte en normalidad. La sensatez sigue siendo una buena vacuna.