Opinión
Gestionar la incertidumbre
El «qué» del difícil momento que vivimos está más que definido: crisis de enormes dimensiones económicas y sociales que coincide con una falta de capacidad política para pilotarla.
Buscamos entonces como alternativa, el «cómo» afrontarla y «quién» pueda hacerlo. Ya nos enseñaron los matemáticos que plantear bien un problema, representaba el 50% de su resolución.
Damos por perdida la confianza en una clase política, obsesionada por revisar nuestra historia reciente, desmantelar instituciones que han respondido con relativa eficacia en nuestro tránsito democrático, basada en el enfrentamiento y la descalificación como sistema de poder. «Nos interesa la crispación», coincidían hace unos años Zapatero e Iñaqui Gabilondo en conversación informal a micro abierto. ¡Ahora, pretende el expresidente seguir dando lecciones a sus sucesores! ¡Como si estos no sepan cómo se ejerce el poder, aun conscientes de sus carencias, aun a costa de hacer de la mentira su verdad. «Como me creo lo que invento, no me parece que miento», certificará el sabio refrán.
Nos advertía recientemente el diplomático mexicano Andrés Roemer: «cuidado con estos populistas; una vez han conquistado el Estado por la vía democrática, ya no lo sueltan; el método es el mismo –Venezuela, Ecuador–: colonizan la Junta Electoral y el Tribunal Supremo, ocupan las instituciones, dan dinero a jóvenes y mayores, crean universidades a las que dejan entrar sin méritos; es un proceso de compra de voluntades implacable, lento, gradual».
Podríamos remontarnos al Hitler del período entreguerras; no era un orador culto ni brillante, pero sabía apelar a las emociones básicas de sus compatriotas; su populismo dialéctico y su capacidad para alimentar y canalizar el odio le llevaron y mantuvieron en el poder. ¡Ya conocemos las consecuencias!
Resumo: quienes han sembrado la incertidumbre, quienes nos mantienen en vilo con cambios constantes de decisiones – «orden y contraorden, desorden», reza una máxima militar–; quienes han defraudado la confianza depositada en ellos por un pueblo sufrido; quienes han roto solemnes promesas electorales que apoyaron incautos votantes; quienes ponen a prueba una Institución tan valorada como es la Guardia Civil y tapan sus errores y mentiras con la manta de su disciplina, no pueden dirigir la recuperación de nuestra sociedad sin un claro cambio de rumbo.
La alternativa la ofrecen estos días los dirigentes de grandes empresas bajo la iniciativa y coordinación de la CEOE. Reclaman algo tan elemental como seguridad jurídica, amplios consensos y el huir de dogmatismos. Recordar esto en 2020 debería ser innecesario, pero responde a una realidad. Pero sobre todo, por encima de sus innegables méritos como generadores de riqueza, creadores de empleo, ejemplos de cultura del esfuerzo –muchos de ellos partieron de cero–, solidarios en estos últimos tiempos de crisis, está su liderazgo.
Y aquí aparece el cambio que exige la crisis: buscar quién es capaz de ver en ella una oportunidad. Hay quien ve un paralelismo respecto a los años en que la peste campaba por Europa, de la que nacería años después el Renacimiento. Quien define que las nuevas relaciones entre empresarios y trabajadores deben apoyarse en la humildad, la transparencia y la colaboración. Líderes que han sabido adaptarse a la nueva situación; que han sabido escuchar, valorar la comunicación interna, directa, frecuente y sincera, como se le atribuye a Angela Merkel, quizás junto a la neozelandesa Jacinta Ardem las dirigentes que mejor han conducido a sus sociedades durante la crisis. Ambas han dado sensación de cercanía, nacida de una misma fuente: la empatía. Ambas se apoyaron en equipos, conscientes de que una persona difícilmente puede abarcar un problema tan serio como una pandemia, no buscando protagonismos ni gestos autoritarios, sino la eficacia dirigida al bien general, tratando a sus ciudadanos como adultos responsables.
Son los empresarios que cuando ha sido preciso han recurrido al teletrabajo como decisivo sistema de mantenimientos de sus actividades: en ningún hogar español ha faltado agua, recogida de basuras, electricidad, gas, alimentos básicos, servicios de banca. Pero ahora conviene recuperar aspectos positivos del trabajo físico en equipo, el lenguaje, la mirada, el asentimiento o disentimiento, la ponderación, la riqueza de la crítica y la reflexión. Quizás una mezcla de ambas dé con la solución más eficaz.
Buen momento para que las escuelas de negocios y facultades universitarias profundicen en este nuevo estilo de liderazgo que ha sabido responder al nuevo escenario, asumiendo el cambio de objetivos y prioridades. También es momento para que determinadas empresas más o menos intervenidas por el Estado, limpien sus Consejos de Administración de políticos «premiados por sus servicios» como es el caso de Enagás. Elevadas primas en un clima de sacrificios familiares no encajan en este tipo de liderazgo.
Si somos capaces, de esta crisis pueden renacer oportunidades para las generaciones que nos siguen. ¡Cuestión de saber gestionar la incertidumbre!
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