Opinión

El PP necesita un PSOE leal

El Gobierno se vanagloria de alcanzar acuerdos con todas las fuerzas políticas aplicando la llamada «geometría variable», que se define por sumar apoyos indistintamente de que se comparta programa o cuestiones de estabilidad general del Estado. De esta manera, ayer se aprobó la convalidación del decreto de nueva normalidad con una amplia mayoría de 265 votos (PSOE, PP, Unidas Podemos, Cs, PNV y partidos regionalistas), frente a 77 votos en contra (Vox, ERC, Junts pel Catalunya y Bildu). A pesar de que el Gobierno disponía de apoyos suficientes, los populares han optado por sumarse pero, como dijo Ana Pastor desde la tribuna, no para participar de las estrategias de La Moncloa, sino para «ayudar, en bien de la salud pública». Está bien que así sea, que la estrategia de las «dos orillas» con el marchamo de Podemos y en la que tan cómodo se siente Pedro Sánchez, pueda romperse, aunque sólo sea un paso. Situar izquierda y derecha a ambos márgenes es una guerra de desgaste, con mucha munición ideológica y cultural, que es ahora donde se dirimen los grandes conflictos, pero que a los partidos con responsabilidad de Gobierno –y el PP lo tiene, o debería tenerlo– les puede resultar estéril.

Los populares votaron a favor y añadieron algo más: el pasado martes hicieron un llamamiento a un pacto de Estado urgente para reformar la sanidad. Pablo Casado ha insistido en que es necesario llegar a este acuerdo por cuestiones operativas y ante la posibilidad de rebrotes del coronavirus, y porque, además, es necesario que los dos grandes partidos del arco parlamentario demuestren que se puede llegar a pactos de Estado y resituar la política en un ámbito institucional decente. Precisamente en esta crisis, con la gravedad de la situación y el oscurantismo comunicativo del Ejecutivo, se ha llegado a niveles de enfrentamiento que no era lo que el país estaba esperando de sus políticos en estos momentos. El primer partido de la oposición ha puesto encima de la mesa los diez puntos del «Pacto Cajal», que es una buena base para iniciar las negociaciones y una ocasión para plantear en es serio una Ley de Salud Pública que evite la fórmula del estado de alarma, de la que el Gobierno ha abusado, al punto de negar prácticamente la existencia de la oposición, cuando no su demonización. Pero dado este paso, se espera más de Sánchez, dejándose emboscar por sus socios principales, un Podemos cada vez más oscuro, y otros extraños compañeros de viaje, como ERC y Bildu, con propuestas como la de las comisiones de investigación sobre Don Juan Carlos y la de los GAL, que afecta directamente la expresidente Felipe González y, por lo tanto, al pasado reciente del PSOE. Es decir, no se puede estar pidiendo responsabilidad a la oposición y luego desde el propio Gobierno lanzar campañas que no tienen más objetivo que minar el «régimen del 78». Sabemos que el Gobierno vive con estas contradicciones, que está en la base del pacto que lo hizo posible, dándole un gran margen de poder a Pablo Iglesias, que, a falta de ministerios ejecutivos, domina el relato político, la máquina de crispar y, en definitiva, la llave que puede hacer que el Ejecutivo acabe la legislatura o no.

Sánchez sabe que el PP es el único partido que por escaños y trayectoria de gobierno puede asegurar estabilidad en momentos difíciles, como el actual, ante el inicio de una crisis cuyos efectos todavía desconocemos. Lo sabe, aunque rechaza esta evidencia, porque no está en su manera de entender la política, siempre supeditada a su propia supervivencia –es decir, dispuesto a sostenerse con partidos verdaderos enemigos declarados de nuestro orden constitucional y territorial– y, por ello mismo, incapaz de sellar pactos a largo plazo por el bien del conjunto de la sociedad. El PP ha dado un paso en serio para un acuerdo sobre la sanidad, ahora es el turno del Gobierno.