Política

Podemos, traga sapos

La crisis de 2008 dejó secuelas, a la financiera y económica le acompañaron la institucional, la política y la social. Pero todo es susceptible de empeorar, hemos visto en seis meses que además de agudizarse esas tres heridas, se han abierto dos nuevas.

La economía se hunde a niveles que nada tienen que ver con hace 12 años. Todavía no tenemos una idea aproximada de lo que significa una caída de 18 puntos del PIB en términos de calidad de vida.

Bajo el supuesto de que el hundimiento no persista ya que la desescalada no se ha realizado correctamente. Basta con comparar las cifras de Italia o de Francia para darse cuenta de que algo ha fallado gravemente. A estas alturas, ya sabemos que las consecuencias no solo hay que medirlas en términos de salud, sino en los de paro y pérdida de nivel adquisitivo.

La economía no es lo único que hace aguas, la Monarquía atraviesa la crisis más grande desde la muerte de Franco, agravada por la coexistencia con un gobierno en el que, una parte, no se empeña en su rescate y, la otra, quiere que caiga la institución.

Tampoco ha mejorado la crisis de reputación que los partidos sufren desde 2010. El fraccionamiento del voto fue la manifestación de la protesta de la sociedad y el hundimiento de los partidos que entonces emergieron, Ciudadanos y Podemos, demuestra que el pluripartidismo también ha decepcionado.

Por último, aunque no menos importante, la crisis territorial que han provocado los independentistas catalanes, con su tóxico papel en España, cierran el cuadro general de situación del país.

En medio de este puzzle, la gestión de la salida a corto plazo, al menos en lo que se refiere a la pandemia y a la situación económica, no es sencilla. ERC vuelve al monte, no tanto por la vuelta a prisión de Oriol Junqueras como por sus malos pronósticos en las encuestas y en Cataluña es previsible una lucha cainita entre independentistas de uno y otro signo.

Torra ha evidenciado, con la pésima gestión de la Covid-19, a dónde conduciría una Cataluña independiente y el futuro electoral es incierto para todos.

A Pedro Sánchez eso le complica la aprobación de los presupuestos, pero la flor que tiene puesta en sitio innombrable, le ha vuelto a salvar en forma de torpeza política por parte de Santiago Abascal llamando a una moción de censura. Para el líder socialista es el momento de encontrar una alianza con el Partido Popular y con Ciudadanos, le interesa tanto como a Inés Arrimadas como a Pablo Casado.

Con una operación de ese tipo, a Pablo Iglesias no le quedaría más remedio que merendarse su promesa de no votar unos presupuestos en los que los naranjas tuvieran parte. Hoy mismo empiezan las reuniones del PSOE con Edmundo Bal, el barón de Ciudadanos que pactaría con el diablo por un ministerio.

Terminaremos viendo a Podemos tragar con sapos y culebras, votando con Arrimadas e incluso defendiendo a la Corona, siempre que Iglesias gane algo, claro está.