OPINIÓN
El voto tiene un precio, por Vicente Vallés
Y el bandoneón del tango de la autodeterminación lo está tocando Podemos. Es decir, el propio Gobierno de la Nación, del que forma parte
Arnaldo Otegi ha pasado de ser el «hombre que ha hecho un discurso por la paz» –en palabras de José Luis Rodríguez Zapatero– a subir varios puestos en el escalafón hasta ubicarse en la «dirección de Estado» –en palabras de Pablo Iglesias–. Esta semana, recién adquirida su nueva condición de estadista, Otegi organizó una comparecencia pública con Marta Vilalta, portavoz de Esquerra Republicana. El dueto independentista vasco-catalán se limitó a constatar una evidencia: que ni EH Bildu ni ERC apoyan los presupuestos por sus convicciones altruistas. Recordaron, por si hubiera algún desmemoriado, que su objetivo es el de siempre: que España deje de ser lo que es, y que su amor por el Gobierno Sánchez-Iglesias será equivalente a la satisfacción que reciban en sus reivindicaciones. Porque, como ya dijo la diputada de Esquerra Montserrat Bassa en la sesión de investidura del pasado mes de enero, «me importa un comino la gobernabilidad de España». Y como aseguró hace unos días desde esa misma tribuna la diputada de EH Bildu Metrx Aizpurúa, «hoy comienza una nueva etapa. Ya hay legislatura. El gobierno ya tiene presupuestos y ahora no hay excusas. Seremos mucho más exigentes con el Gobierno. Libertad nacional para vascos y catalanes».
Días después, Joseba Asiron, uno de los dirigentes de EH Bildu en Navarra –socio preferente del PSOE así en la comunidad foral como en el Parlamento nacional– se sumaba al frenesí separatista: «Sí, queremos una república vasca, una república confederal, que considere y dé cauce a las singularidades de cada uno de los territorios vascos».
Su jefe de filas, Otegi, tampoco quiso caer en la ambigüedad, porque quienes alguna vez han sido miembros de ETA y nunca se han arrepentido suelen ser muy transparentes: «Cataluña, con el proceso que puso en marcha el 1 de octubre, protagonizó la mayor revolución democrática de este siglo en Europa (…) de forma pacífica, democrática y dando voz a la gente. (…) A nosotros nos gustaría hacer un proceso similar. Mejor de manera pactada. El problema es que para eso tiene que haber dos partes con voluntad y eso es lo que hay que explorar». EH Bildu ya está explorando y no le faltan motivos para albergar una cierta esperanza de que haya dos partes con voluntad. Como dicen los anglosajones, «it takes two to tango». Hacen faltan dos para bailar el tango. Y el bandoneón del tango de la autodeterminación lo está tocando Podemos. Es decir, el propio Gobierno de la nación, del que forma parte.
El pasado mes de noviembre, en el debate televisado previo a las elecciones generales, el candidato socialista Pedro Sánchez mantuvo un agrio intercambio de pareceres con el candidato de Podemos, Pablo Iglesias, a propósito de la posición que cada cual tenía sobre la situación en Cataluña. Sánchez pretendió dejar a Iglesias en posición antirreglamentaria al acusar a su hoy vicepresidente de «defender que en España hay presos políticos y defender el referéndum». Sánchez decía verdad. Y sigue siendo verdad, porque Podemos no ha dado marcha atrás en ninguna de esas dos posiciones. Y también decía verdad Pedro Sánchez cuando acusó por su nombre a uno de los más estrechos colaboradores de Iglesias: «Jaume Asens acompañó a algunos prófugos de la Justicia».
Ahora que el ticket Sánchez-Iglesias comparte el poder, Asens resulta ser el portavoz parlamentario de Unidas Podemos. Y, en efecto, en su día fue un amistoso asesor de Carles Puigdemont en sus exitosos planes de fuga. Y esta semana, Asens ha sido el encargado de poner combustible en la caldera. Iglesias ha delegado en su portavoz la labor de presionar a sus coaligados del PSOE para que se aceleren los trámites y los dirigentes independentistas condenados por sedición estén en libertad antes del 14 de febrero cuando, previsiblemente, se celebren las elecciones autonómicas en Cataluña. El objetivo de Podemos es que eso ocurra mediante una reforma penal que reduzca o limite las penas por sedición o bien mediante un indulto. Asens se permitió, además, lanzar reproches al ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, que en la mesa del Consejo de Ministros se sienta dos sillas a la izquierda de Pablo Iglesias, y que se sinceraba hace unos días en el diario El País reconociendo que «sin la sentencia del ’'procés” no habríamos revisado el delito de sedición». Legislación ad hoc.
El presidente Pedro Sánchez se comprometió hace días en un discurso ante sus compañeros de partido a que «mientras el PSOE empuñe el timón del Gobierno, la Constitución regirá en España de un punto a otro y de principio a fin. Vamos a defender la Constitución a las duras y a las maduras». Hacer compatible este discurso con el de Iglesias, Asens, Otegi, Aizpurúa o Vilalta será el próximo malabarismo de un presidente que ha demostrado ser un formidable prestidigitador.
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